Tenía un cierto sentido paternal, pero extremadamente escaso. Protección. Eso era lo que sentía. No quería hacerle daño al chiquillo, a pesar de saber que no era lo mejor para él.

—¿Crees que le estás dando lo que necesita para crecer?

—... no —negó con la cabeza, mirando a sus propias piernas. Entrelazaba las manos sobre sus muslos —. Sólo lo justo. Luego le ignoro. No me... gusta.

—¿Sientes apatía hacia él? ¿Desdén?

—No sé.

—Vale —Utahime no quería ser negativa. En vez de eso, vio una pequeña luz —. Dices que te estás desintoxicando para no ser violento con Megumi, ¿es eso cierto?

—Sí —suspiró él —. No quería... hacerle daño de esa forma. No tenía el control, no quería... hacerle eso.

En esa sesión descubrió que Toji había sido consumidor de cocaína. También que se estaba aficionando al juego y las apuestas. Lo primero había empezado por su necesidad de evadir la realidad. Lo segundo por la falta de dinero y las malas influencias.

La ira la llevaba en su genética, también en lo que había visto en su infancia. Era difícil escapar de ese problema, que se intensificaba con las drogas y la inestabilidad económica.

—¿Crees que tu hijo puede ser un factor importante para motivarte a mejorar? —preguntó.

Utahime sabía que Toji había hecho planes la última vez. Le había escuchado hablar sobre cómo quería tener más estudios y trabajar. Sin embargo, la mayor parte de presos que volvían también habían hablado de lo mismo. Una cosa era pensar sobre el futuro dentro de los muros, y otra completamente distinta era verse en la vida real.

Había gente que lo lograba, claro. Pero todo conllevaba un gran esfuerzo y no todos tenían los medios suficientes, o apoyo de familia y amigos ahí fuera, algo muy importante.

—Yo... —Toji titubeó. Su voz se rompió, ronca y triste —... no sé, tal vez... no voy a ser un buen padre igualmente, pero... tal vez, si pudiera... no pegarle... sería suficiente con que Meg aprendiera a valerse, así que yo no tendría que...

A Utahime no le pagaban lo suficiente por tener que tomarse un descanso entre interno e interno para agotar su paquete de pañuelos.

Las clases habían acabado y se encontraban limpiando su aula con esmero, deseando poder volver a casa

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Las clases habían acabado y se encontraban limpiando su aula con esmero, deseando poder volver a casa.

—Mi padre me dejó beber alcohol anoche —presumió Megumi, pasando un trapo por su mesa.

—¿De verdad? —Yuuji lo miró con los ojos como platos, impresionado.

Asintió, orgulloso. No le había gustado, pero era una cosa de adultos, así que eso lo compensaba enormemente.

Luego, Toji le había dejado estar a su lado mientras veía la televisión. Se había acurrucado contra su costado, notando el calor que emanaba su cuerpo. Era como una hoguera gigante que podía abrazar. Al final, se había quedado ahí dormido, y había despertado envuelto en una manta, en el mismo sitio.

Cold, cold, cold || TojiSatoWhere stories live. Discover now