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—¿Quieres ser libre, Gemini?

—¿Qué tengo que hacer?

—Necesitamos que viajes a Guantánamo...

...

Gemini vio esa grieta en los ojos de Fourth. Ese resquebrajo emocional que podría hundirlo y él no iba a dejar que eso sucediera. Gemini no iba a dejar que Fourth se hundiera. Él podía hacerlo por Fourth. Después de todo, ya estaba acostumbrado a vivir naufragando en aquellas profundidades; ya estaba roto y descompuesto.

Los huesos de su cuerpo ya se habían roto por el peso de las decisiones que tomó en su vida. Porque quien portaba la corona, debía estar dispuesto a cargar con el peso de ella.

—N-no puedo dejarte, ¿verdad? —Fourth secó sus lágrimas con las yemas de sus dedos. Arrastrando aquellas gotas saladas por sus mejillas—. No me dejarás hacerlo... No de-deberé escoger, ¿verdad?

—No sigas torturándote con eso, corderito inútil. —Gemini apretó a Fourth contra su cuerpo, respirando el aroma almendrado y dulce de su cabello—. ¿Por qué no vas a nuestra celda, te limpias bien y me esperas como la putita caliente que eres, desnudo en la cama?

Fourth sorbió su nariz y negó con la cabeza. Sonriendo debido al gran vuelco en la conversación.

—Dios. ¿Acabo de tener una crisis de pánico y me sales con esto?

—Pánico es lo que vas a tener si no te largas a hacer lo que te dije, en este preciso instante. —Dejó caer su mano en un azote sobre el trasero de Fourth. Su amante castaño soltó un suave quejido y sobó sus prominentes y redondeados glúteos; sonriendo nuevamente—. Ve, te alcanzo de inmediato.

—De acuerdo. —Entornó los ojos y señaló a Gemini, inquisidor—. No quiero que sigas de chulo suelto con el nuevo.

—Venga, que de cordero pasas a fiera y así no puedo. Terminaré follándote aquí mismo. Vete.

Le dio un nimio golpe ficticio en un pómulo a Fourth y se apoyó en la pared, de brazos cruzados mientras su amante se alejaba. Gemini mordió su labio inferior al recorrer con la mirada la perfecta anatomía de Fourth. Cada curva de su cuerpo dulce y aterciopelado, lo blandito que se sentían sus torneados muslos cada vez que los apretaba con sus manos; buscando meterse bajo la piel del castaño.

Esperó a que Fourth estuviera lo suficientemente lejos y bufó un gruñido.

—Sal. Sé que estás ahí.

—Das miedo, hijo de puta. —Mark salió de su escondite tras una muralla. Tomó el cigarrillo que había acomodado en su oreja y lo prendió al mismo tiempo que se colocaba al lado de Gemini. Dando una profunda calada—. Estás consciente de lo que estás haciendo, ¿verdad?

Gemini guardó silencio. Odiaba que sus decisiones fueran cuestionadas y eso era algo que Mark tendía a hacer algunas veces; siempre terminaban peleando.

—No hables como si no hubieras hecho lo mismo.

—No. No lo hubiera hecho. —Mark se encogió de hombros, botando el humo por la boca en pequeñas argollas—. Tienes que dejar de protegerlo como si fueras su maldito perro guardián, Gemini. No puedes cargar con toda la responsabilidad, esto es de ambos. Si tu puto quiere quedarse, que lo decida él y afronte las malditas consecuencias de sus decisiones. ¿O qué? ¿Cada vez que Fourth deba tomar una decisión, lo harás tú por él?

—No entiendes. —Su boca se secó. Había una amargura instalada en su pecho—. No tienes una maldita idea...

Mark negó en silencio, consumiendo el cigarrillo entre sus dedos.

"P" geminifourthWhere stories live. Discover now