Capítulo 2: Calathea

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CALATHEA

Siempre he soñado con la grandeza. Desde la infancia, mientras mis compañeros jugaban al escondite, yo trazaba aviones para conquistar el mundo. Mis sueños eran como estrellas fugaces, destellos de un destino que anhelaba desde lo más profundo de mi ser. Pero hoy, mientras enfrento a las consecuencias de mis deseos, me doy cuenta de que la grandeza no siempre se presenta como un regalo envuelto con un lazo brillante. La realidad es más complicada.

Mis manos temblaban mientras el avión aterrizaba en suelo estadounidense. El rugido de los motores del avión se desvaneció. La mezcla de nerviosismo y nostalgia me invadió mientras caminaba por el aeropuerto. Había pasado mucho tiempo desde que no veía a mi hermano, había cambiado, me habían cambiado y sería una ilusa al pensar que mi hermano no lo había hecho.

Lo observo a lo lejos cerca de la puerta de desembarque, su imponente figura cargada de músculos destacaba entre la multitud. Teníamos muy buenos genes. Él aún no se percata de mi presencia, concentrado en su teléfono. Me acerco tensa a él.

Su figura se endereza al sentir mi presencia, y levanta la mirada, sus ojos verdes se conectan con los míos. La expresión en su rostro es una mezcla de sorpresa y reconocimiento. ¿Habrá algo de la niña que solía ser en la mujer que ahora soy?

—Jacob. —mi voz temblorosa rompe el silencio. En ese instante, siento un nudo en la garganta.

—Calithea. —pronuncia mi nombre como si fuera un susurro, como si pronunciarlo demasiado fuerte pudiera hacerme desaparecer. Nos abrazamos, pero la tensión entre nosotros es palpable. ¿Cuánto ha cambiado todo?

Subimos al coche en silencio. Jacob me mira de reojo, como si intentara descifrar lo que pasa por mi mente.

—¿Cómo ha sido tu viaje? —pregunta finalmente, intentando romper la frialdad que se ha instalado entre nosotros.

—Largo, pero bien. —mi respuesta es vaga. No sé por dónde empezar. Mi vida en es un laberinto de dolor y secretos, y estoy lejos de estar lista para revelarlos.

El camino hacia la casa transcurre en silencio. Observo el paisaje que pasa velozmente por la ventana del coche, tratando de reconciliar la imagen de mi hermano niño con la memoria de aquel que solía cuidarme.

Llegamos a su casa, una mansión que parece un mundo aparte. Mientras entramos, no puedo evitar pensar en cómo la vida de Jacob ha tomado un rumbo tan diferente al mío. La distancia entre nosotros no es solo física; hay experiencias, traumas, que nos separan.

Dentro de la casa, el aire parece más denso, cargado con la tensión que flota entre nosotros. Jacob me conduce a la sala de estar, un espacioso que contrasta con la humildad de nuestro hogar de la infancia.

Nos sentamos en lados opuestos de un elegante sofá, como si hubiera una barrera invisible entre nosotros. Me mira con preocupación, como si pudiera leer mis pensamientos. El brillo de sus ojos verdes refleja una mezcla de amor fraternal y determinación.

— Calithea, sé que han pasado muchos años y las cosas han cambiado. Pero estamos juntos en esto ahora, ¿de acuerdo? No tienes que contarme todo de inmediato, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Si hay algo que necesitas decir, estoy dispuesto a escuchar. — Jacob rompe el silencio, sus ojos buscando los míos con sinceridad.

La sinceridad en sus palabras me conmovió, y sentí un nudo en la garganta. Durante tanto tiempo, la soledad se había apoderado de mí, y ahora, enfrentándome a la posibilidad de ser cuidada, era como si estuviera ante un desafío desconocido.

Mi hermano, el que una vez fue mi protector, sigue dispuesto a serlo incluso después de tanto tiempo. La lucha entre la confianza y el miedo se libra en mi interior.

—Sé que la vida nos llevó por caminos diferentes. No pude estar ahí como hermana cuando más lo necesitabas. Lo siento.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y en ese instante, algo en él se ablandó.

—Calithea no puedes cargar con todo. Cada uno tenía sus propias batallas. Salí del barrio, y siempre me sentí responsable de dejarte atrás. En ese momento era un inmaduro y no pude evitar culparte por mamá. Cuando te fuiste…

Asentí, comprendiendo.

—No me culpes, Jacob. Elegí mi propio camino. No fue solo una cuestión de dinero y lujo — mi voz suena firme.

La mirada de Jacob se vuelve intensa, y un destello de frustración cruza por sus ojos.

— ¿Elegiste tu propio camino? ¿Te das cuenta de lo que significó para mí que nos dejaras atrás? —su tono es más duro de lo que esperaba. Siento cómo crece la tensión en la habitación.

—Jacob, no puedes culparme por las decisiones que tomó mamá después de que me fui. Todos tenemos que enfrentar nuestras propias batallas.

Él se levanta de su asiento y camina nervioso por la habitación antes de volverse hacia mí.

—Pero tus decisiones afectarón nuestras vidas, Calithea.

- Fue egoísta de mi parte, lo sé. Pero estaba perdida, y pensé que esa era la oportunidad de mi vida - admito con frustración.

—No todo el mundo tiene la oportunidad de salir de un lugar como el que vivíamos. —continúa, su voz elevándose ligeramente. —Me alisté en el ejército para intentar cambiar nuestras vidas, para hacer algo mejor. Y tú... tú preferiste la comodidad de ese mundo oscuro.

Me enfrento su mirada acusadora. Sus palabras golpean como puñales, y aunque quiero defenderme, las palabras se atascan en mi garganta.

—Calithea, no esperar puedes que entienda fácilmente. Te fuiste sin decir nada, sin importar lo que eso significaba para mí. Dejaste un vacío, y no sabía si estabas viva o muerta. Extrañé tener a mi hermana a mi lado, Cal. Después de perder a mamá, necesitaba tu apoyo más que nunca.

Sus palabras pesan en el aire, y el tono de su voz revela el dolor que ha llevado durante todos estos años. Mi corazón se aprieta.

- Y yo necesitaba a mi hermano. Me di cuenta de eso ahora. He cometido errores, y lo siento. - mi confesión pesa en el aire.

Él se sienta junto a mi en el sofá, rompiendo la barrera física entre nosotros.

- Te quiero. Eres la única persona viva que quiero, se que he cometido muchos errores, se que nos he distanciado y que te he herido. Pero quiero que sepas que se acabó, ya no más, quiero ser feliz, que seamos felices. No me volveré a ir, no te dejaré solo nunca más —Admito, sintiendo el peso de mis decisiones.

— Estamos juntos en esto, Calithea. Siempre seremos familia, pase lo que pase. La vida nos ha golpeado a ambos, pero no podemos cambiar el pasado. Podemos aprender de él y construir un futuro juntos. — insiste, su mano buscando la mía.

Asiento, una mezcla de alivio y gratitud se refleja en mis ojos. La lluvia sigue cayendo fuera, pero dentro de la sala, hay un destello de esperanza.

— Nunca quise perder nuestra relación. La vida simplemente fue complicada cuando me fui. Él murió, y después... las cosas se complicaron aún más. Pero quiero dejar eso atrás, Jacob. Quiero empezar de nuevo — mi voz vacila, luchando por explicar los caminos tumultuosos que tomó mi existencia.

—Calithea, sé que las cosas no han sido fáciles para ti allí. Quiero ayudarte —la preocupación en sus ojos es genuina.

- Lo sé, Jacob. Había algo que me asustaba, algo que creí que podía manejar sola. Y cometí el error de alejarme en lugar de pedir ayuda - Jacob asiente lentamente, indicando que está dispuesto a escuchar.

- Cal, siempre serás parte de mi vida. Nada cambiará eso. No quiero que te sientas como si estuvieras sola otra vez. Soy tu hermano, y haré todo lo posible para protegerte. Pero necesitamos aprender a confiar el uno en el otro de nuevo.

Jacob sonríe con cariño, y en ese gesto, comienza a surgir una sensación de esperanza en mi. Aunque el pasado nos ha marcado, la posibilidad de un futuro compartido brilla como un faro dentro de mi.

La lluvia golpea las ventanas como un recordatorio constante del mundo exterior, pero aquí, en la seguridad de la mansión de Jacob, comienza una nueva etapa para ambos. El pasado puede haber dejado cicatrices, pero ahora, juntos, enfrentaremos lo que sea que el futuro tenga reservado para nosotros.

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