XIII

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Despertó con el grito de Milo, y seguido el de Liara. Que el gato lo hiciera no era un problema, pero cuando su hija lo hacía, la preocupación nacía al instante.

Salió corriendo de la cama, y entro al cuarto para ver algo que nunca creyó ver. Un joven  desconocido en la cama de su hija, la cual se la notaba tan espantada como él.

—¿Qué …? ¿Quién demonios eres? —pregunto, e hizo brillar sus manos.

—Detente loca —exclamo el joven asustado, y alterado por la magia de Estrella—. Soy Mi Milo.

Con rapidez, Liara salió de la cama, y se oculta detrás de Estrella. Fueron rápidas en detener al muchacho cuando se quiso poner de pie.

—¡Estás desnudo! —grito espantada Liara.

—¿Cómo que eres Milo? Se supone que eres un gato, no un niño —pregunto confundida.

El celular en la sala comenzó a sonar, y tras señalarle al muchacho que se quede en su lugar, fue a buscarlo. Era Jim, y la noticia que traía daba una explicación a lo descabellado de la mañana.

Volvio al cuarto, con Liara del lado de afuera, aún roja de la vergüenza, y de brazos cruzados. Estrella contuvo la risa que le provocaba la situación, y se acerco a quien, antes era un familiar peludo y pequeño.

—Creo que los vapores del interior de Gatto hicieron esto —conto—. Llamaré a Douxie para que te traiga algo de ropa.

—¿Volveré a ser un gato? Sabes lo mucho que me molesta lo frágil del cuerpo humano —pregunto angustiado—. Estoy blandito.

—Si cariño, volverás a ser un gato, pero hasta que pases serás un niño humano — contesto y le dió un beso en la frente.

La historia con Milo no tenía más de doscientos años. Estrella nunca se molestó en tener un familiar, ni ante la súplica de sus amigas por buscarlo. A él lo rescato de una muerte segura, y a cambio la acompaño y cuido cuando más lo necesito. Fue la mejor compañía en las frías noches de invierno, donde la soledad era la peor enemiga de la hechicera.

El día que descubrió lo agil que era, se arrepintió de no haberlo conocido antes. Estaba segura que no hubiese pasado tantas noches de hambre.

Aún así, agradecía haberlo conocido el día que lo hizo.

Liara se marchó a la escuela antes que la vergüenza de tenerlo a Milo ahí la matará. Al salir, Hisirdoux iba llegando.

Entro al departamento, y encontró a Estrella apoyada contra el respaldo del sillón. Una gran sonrisa se dibujo al verla.

—Buenos días —saludo coqueto—, tanto tiempo sin vernos.

Ella se acerco, y lo saludo con un beso rápido en los labios. Al darse cuenta, la vergüenza ocupó su rostro, mientras que Hisirdoux no dejaba de sonreír embobado.

—Si, demasiado tiempo —dijo Estrella apurada—. Pero no estamos para eso, ¿Trajiste lo que te pedí?

—Si —alzo una bolsa de papel madera—. Menos mal que no fue Archie, porque no tengo tanta ropa.

Estrella le hizo señas para que pasará a la habitación. Solo tardó unos segundos, con el rostro marcado por la curiosidad de saber cómo fue que sucedió todo.

—¿Cómo está Olivia? Ayer parecía entusiasmada.

—Bien, espero que lo gases no le hayan hecho nada raro —contesto Hisirdoux.

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