Capítulo 59: Comenzar a vivir

1.4K 123 167
                                    

09 de diciembre, 2016

Apresurada estacionó su camioneta frente al café donde había sido citada. Como siempre, estaba retrasada y ahora sí que no tenía excusa. A penas y se había dado cuenta del momento en el que se había quedado dormida en el sofá de la sala, luego de que Santi y Diego salieran, como todas las mañanas, y en un tris habían pasado dos horas, lo cual le había dejado a penas el tiempo justo para arreglarse y salir. Lo cierto es que hace varios días que se sentía más cansada de lo normal y no tenía explicación consciente para ello, aunque, pensaba, quizás se debía a un agotamiento acumulado, del cual por fin podía reponerse.

Con rapidez tomó su bolsa y salió del vehículo. El frío del cercano invierno le acarició el rostro mientras cruzaba la calle y con ambas manos acomodó la chaqueta larga color caramelo que la abrigaba sobre el sweater blanco y jeans ajustados que había elegido usar; el paso apresurado hacia la cafetería la hizo agradecer el escoger tenis por sobre las botas de tacón que pensó por un momento calzar.

Al entrar al lugar, un joven mesero se le acercó para ofrecerle una mesa. Antes de responder, dio una mirada periférica, encontrándose rápidamente con el perfil de su mejor amigo a varias mesas de distancia. Le sonrió al chico y con un gesto le dio a entender que alguien ya la esperaba.

Con sigilo se acercó a Iván, el español estaba vestido casualmente: pantalones color crema, una camiseta blanca y lisa que hacía juego con sus tenis del mismo color, y se cuidaba del frío con una chaqueta negra. Lo había visto lo suficientemente seguido como para notar que se había cortado el cabello, no demasiado, pues seguía cayendo sobre su nuca y alrededor de su rostro con ligeras ondulaciones que combinaban en perfecta armonía con su perfilada barba. El tiempo que le tomó acercarse, Roberta se dio cuenta que no hubo ni una sola mujer que pasara cerca de él y no se detuviera un par de segundos a admirarlo, algunas hasta le sonrieron, pero él continuó viendo su celular y tomando su café, como si fuera el único en ese lugar. No pudo evitar sonreír al ver los rostros de decepción de varias cuando, por la espalda, le rodeó el cuello con ambos brazos y le besó la mejilla derecha varias veces.

—Perdón, perdón, perdón —dijo con voz apenada. Lo vio sonreír de medio lado y lo besó por última vez antes de sentarse junto a él.

—Tranquila, llegué hace quince minutos.

—Pero si habíamos quedado hace una hora.

Iván se rió.

—Menos mal que te conozco, guapa.

La pelirroja entornó los ojos con falsa ofensa al tiempo que le daba un empujón en el brazo. Se quitó el abrigo para colgarlo en el respaldo de la silla y tomó la carta que había sobre la mesa.

—¿Qué venden aquí?

—De todo, ¿quieres almorzar?

—Me encantaría, pero no puedo —dijo pasando sus ojos por las diferentes opciones—. Voy a ir a buscar a Santi al colegio y después vamos por Diego para comer los tres. Puedes venir con nosotros, si quieres.

—Gracias, pero me lo ahorro —mencionó el español sonriendo burlonamente, lo cual no pasó desapercibido por su mejor amiga.

Roberta elevó su mirada hacia él, nuevamente con ojos entornados, aunque más seria esta vez.

—Venga, guapa, no me mires así que los dos sabemos que tu galacete no me soporta.

—Eso no es cierto.

—Roberta...

—¿Qué? Ok, puede que antes no le hayas caído tan bien... Bueno, a lo mejor te odiaba un poco —corrigió al ver la mirada que Iván le dio, la cual no cambió para nada pese a ello—. ¡Ya, te odiaba mucho! Pero eso era antes, ahora se da cuenta de todo lo que nos has ayudado y puede ver que eres mi mejor amigo, ¡hasta te llama Iván!... a veces.

No me olvidesWhere stories live. Discover now