Capítulo 43: Manos al fuego

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[Maratón 3/3]

29 de octubre, 2016

Diego sentía el exquisito olor del cabello de Roberta en su nariz y sonriendo con los ojos cerrados, la estrechó más entre sus brazos. Estaban los dos acostados en la cama de ella, volteados hacia el mismo lugar, él la tenía abrazada contra su pecho, con un brazo bajo su cuello y el otro sobre su barriga, mientras que las piernas de los dos estaban entrelazadas.

Entre medio dormido y medio despierto, se sintió feliz y supo que podría quedarse así con ella para el resto de su vida.

Trató de conciliar el sueño de nuevo, pues pese a que sintió algo de luz a través de las cortinas, lo que indicaba que ya era un nuevo día, recordó en su pobre consciencia nublada por el sueño que hoy era sábado, por lo que se merecían dormir un poco más, fuera la hora que fuera.

No supo cuanto tiempo pasó hasta que sintió el piquete de un dedo sobre su frente. Lo ignoró. Luego de ese vino otro, otro, y otro más, hasta que se rindió y abrió los ojos con el rostro arrugado.

Levantó la cabeza y, cuando pudo enfocar la mirada, notó que Santi estaba parado al lado de la cama, con Thor entre los brazos. En ese mili segundo agradeció que Roberta se hubiese robado de su departamento unas camisetas de él y que antes de dormir eligiese vestirse con una de esas y los bóxers, mientras que ella se quedaba con la camisa del traje que llevaba ayer.

—Buenos días, campeón —susurró, para no despertar a la pelirroja entre sus brazos.

—Hola, papá.

El pequeño lo miró y luego miró a su madre, inmediatamente volvió a poner los ojos en él con el rostro ladeado.

—¿Por qué están durmiendo juntos?

Era demasiado temprano, concluyó Diego, cuando no pudo dar una respuesta valida e ingeniosa a la pregunta de su hijo.

Afortunadamente, Roberta comenzó a removerse entre sus brazos. Abrió los ojos lentamente y cuando vio a Santi se sentó de golpe, logrando que Diego se apartara un poco y se sentara también, apoyando la espalda en el respaldo de la cama.

—¿Qué pasó, mi amor, te sientes mal? —preguntó poniéndole ambas manos en las mejillas para comprobar su temperatura.

—No.

—¿Seguro?

—Si, mami —dijo sonriendo un poquito.

Roberta se inclinó y le besó las mejillas. Solo en ese momento, cuando estuvo tranquila, fue consciente de la presencia de Diego. Volteó a verlo un segundo y él alzó las cejas justo antes de que escucharan la voz de Santi.

—¿Por qué duermen juntos? —preguntó de nuevo.

Diego y Roberta volvieron a verse, pero ahora él, más despierto, se inclinó para ver a Santi.

—Ven aquí —le dijo, palmeando el sitio que había entre los dos.

El pequeño sonrió contento y aún con Thor entre los brazos levantó una de sus piernitas para subirse a la cama, pero su madre lo freno.

—No, no tan rápido señor. Deja a tu perrito abajo.

—Pero mami, Thor también quiere saber —dijo con un puchero tirando de su labio inferior.

—Pues que escuche desde la alfombra, ya sabes que no me gusta que Thor se suba a mi cama.

Con su pequeño ceño fruncido, Santi obedeció y dejo a Thor en el suelo, no sin antes darle unas palmaditas en la cabeza, diciéndole tácitamente que lo esperara ahí. Luego se encaramó en la cama y se sentó entremedio de sus padres.

No me olvidesWhere stories live. Discover now