Capítulo 2: Profesor de guitarra

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29 de agosto, 2016

Tienes que cuidar a nuestro nieto de Javier Alaniz.

Ese tipo vino a verme a la cárcel hace un tiempo, para agradecerme por haberle dejado el camino despejado para que pudiera estar con Roberta. Está obsesionado con esa chiquilla y estoy seguro que le ha mentido para lograr que ella aceptara casarse con él.

Dile a Diego, habla con él y dile que saque a su hijo del lado de ese hombre, porque está lleno de un rencor enfermizo contra nosotros, al igual que una obsesión por Roberta y sé que será mi nieto quien pague las consecuencias, no solo por eso, sino por mis malos actos...

Roberta tomó con ambas manos la carta que Mabel le había entregado y sin parar de llorar la arrugó y la tiró al asiento del copiloto, pues no podía leer más.

¡Todo había sido un engaño!, pensó llena de impotencia, al tiempo que le daba varios golpes al volante de su camioneta con las palmas abiertas. Luego se detuvo y dejó caer su cabeza, hasta que su frente se apoyó ahí mismo. Se sentía derrotada y sin fuerzas.

¿Cómo pudo dejarse engañar de esa forma?, se cuestionó e inmediatamente recordó el momento en el que ella había decidido confiar en Javier y le había contado toda su historia. Ese fue su primer y más grande error, ya que con eso le había brindado, en bandeja de plata, la oportunidad para que se aprovechara de toda la información que le estaba dando. De todas las personas, ella había decidido confiar en la peor.

Aún llorando esbozó una sonrisa, pues le parecía increíble que, pese a los años, no aprendiera y siempre lograra confiar en las personas menos indicadas. Antes, eso no le había traído mayores consecuencias, desilusiones estacionarias y más de una decepción amorosa poco relevante. Pero ahora, su mal criterio había afectado a la persona que más amaba en este mundo: a Santiago. Y eso no se lo perdonaría nunca.

Recordó a su familia y las muchas veces que le preguntaron si estaba segura del paso gigantesco que iba a dar con ese imbécil, también las muchas veces que ella estúpidamente lo defendió, alegando que ella estaba segura de que era un buen hombre, cegada por el miedo y el agradecimiento luego de que Javier salvara la vida de Santi.

Recordó a Iván y las formas poco sutiles que su mejor amigo había tenido para alarmarla y dejarle saber que lo que estaba a punto de cometer era un error garrafal. Tampoco lo escuchó.

Por último, recordó el momento en el que Diego fue a buscarla el día de su boda y sintió como el corazón se le desgarraba aun más al darse cuenta de que desde ese día, o incluso antes, pudieron estar juntos. Que hoy estaría al lado de hombre que amaba y su hijo creciendo lleno de amor, pues no podía imaginar a Diego recibiendo la noticia de que tenían un hijo, con otra emoción que no fuera la felicidad.

Debía decirle a Diego sobre la existencia de Santi. Mabel le había prometido que no le diría nada, siempre y cuando ella se comprometiera también a buscar a Diego lo antes posible para contárselo. Y lo cumpliría, pero antes había otra cosa que debía hacer.

Dirigió el espejo retrovisor hacia ella y se apartó las lágrimas del rostro, limpiando con ello los vestigios del rímel que se había disuelto con la excesiva acuosidad de sus lágrimas. Luego volvió a ajustarlo como estaba antes. Se puso derecha en el asiento y prendió el motor de la camioneta.

—Vengo a ver a Javier —le dijo a la secretaria de su marido, treinta minutos después, cuando llegó a su oficina en el piso más alto de la clínica privada donde trabajaba como director.

—¡Señora, no puede pasar! ¡Señora! —respondió la mujer, siguiéndola detrás, pues Roberta no se había detenido al anunciarse—. El doctor está con un paciente.

No me olvidesWhere stories live. Discover now