Capítulo 14

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Abro lentamente los ojos y soy incapaz de reconocer el lugar. Veo borroso, como a través de un cristal empañado, y el exceso de claridad me obliga a cerrarlos nuevamente.

Escucho una puerta siendo abierta e intento ver de quien se trata pero no puedo abrir los ojos, lo que le deja el trabajo al resto de mis sentidos.

Mis oídos captan un pitido. Es agudo y se repite una y otra vez. Quiero cubrirme las orejas con las manos, pero mi cuerpo no responde; siento los brazos pesados, adormecidos.

Escucho pasos, seguidos de un suspiro pesado junto a mí.

— Buenos noches, señorita McG-

Alguien abre la puerta, acallando a quien me hablaba.

— ¡Oh! ¡Buenas noches, señor! — exclama el hombre junto a mí, suena a que no esperaba a la persona que, supongo, ahora nos observa —. No esperaba verlo hasta mañana —continua, confirmando mis sospechas.

— ¿Alguna mejoría? —pregunta la nueva voz, que es grave y serena, ignorando las palabras del primero.

— Igual que en su última visita — se limita a responder y su tono de voz me hace pensar que tiene cierta confianza con el hombre que lo escucha. El silencio de este último lo incita a continuar —: Sus constantes vitales se mantienen estables.

El hombre hace una nueva pregunta justo cuando me invade una oleada de cansancio y soy incapaz de recordar cuales fueron sus palabras.

— Me temo que no puedo asegurarlo — responde la voz junto a mí y escucho sus pasos alejándose de mi lado —, es casi imposible.

— Entiendo.

Logro entreabrir los ojos y, aunque el lugar estaba bien iluminado hace unos minutos, todo comienza a oscurecerse. Los parpados me pesan y los ojos me escuecen. Soy incapaz de distinguir las figuras frente a mí.

Un nuevo sonido, más estridente y repetitivo que el anterior, se hace presente. Doy un respingo y abro los ojos.

Con la respiración alterada y el corazón desbocado en el pecho, recorro la habitación con la vista. Estoy sola. Me llevo una mano al pecho, intentado recuperar el resuello y me doy cuenta de que estoy en mi habitación.

«Ha sido solo un sueño», me digo, intentando calmarme, y soy consciente de que mi teléfono sigue sonando en la mesilla junto al lugar en el que antes reposaba mi cabeza.

Desde donde estoy puedo ver la cara de Lola en la pantalla y cuando extiendo el brazo para descolgar la llamada me doy cuenta de lo agarrotadas que siento las articulaciones. Un hormigueo me recorre el brazo cuando alcanzo el artefacto, que se siente pesado en mi mano, y no tengo tiempo de contestar la llamada; Lola ha colgado.

Suspiro y me llevo una mano a la cara, cubriéndome un ojo. Me duele la cabeza y tengo la frente sudada. Saco las piernas de debajo de la colcha mientras abro WhatsApp para devolverle la llamada a Lola, pero ella es más rápida y su cara vuelve a aparecer en mi pantalla.

— Dichosos los ojos —suelta con sorna nada mas descolgar. Me quito la mano de la cara y veo a Lola llevarse una tostada a la boca —. Te ves fatal —comenta con la boca llena.

— Me siento fatal —corrijo.

— Comenzaba a pensar que Axel te había arrastrado con él a los infiernos — Lola se lleva otra vez la tostada a la boca y dejo que se me escape un sonoro bostezo para hacerle ver que no estoy de humor para bromas. Ella parece entenderlo porque cuando acaba de masticar, pregunta con seriedad —: ¿Has descubierto algo?

— No, solo he desempolvado más misterios — juego con un hilillo suelto de mi pijama y Lola se lleva una taza humeante a los labios —. Hay algo extraño en esa casa…

El fantasma de AxelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora