Capítulo 13

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NOTA IMPORTANTE PARA EVITAR CONFUSIÓN: Decidí cambiar el nombre de la hermanita de Axel. Ahora es Addie, de Adelaide.

*

Releo el mensaje de texto que Mariam me envió ayer, muy tarde en la noche, intentando entender por qué acepté hacer esto.

Mariam: Papá acaba de decirme que me necesita en la ciudad, pero prometí cuidar de Addie y no conozco a nadie de confianza que pueda hacerlo, ¿lo harías por mi? 🥺

Deslizo un poco para leer también mi respuesta:

Yo: Ve tranquila, yo me encargo.

Mariam: ¡Gracias, Jade! Te debo una, eres la mejor 🥰

Respiro profundo, apagando la pantalla de mi teléfono. Sé que dije no poder confiar en Mariam pero ¿qué mejor forma de resolver un misterio que ir directo a la raíz de este? Y la raíz, en este caso, es la mansión McGill.

Por eso, al levantar la vista de la pantalla y devolver mi teléfono al bolsillo de mis vaqueros, mis ojos se encuentran con las imponentes y metálicas rejas de la entrada a la mansión. Sin pensar más veces en cómo reaccionará la señora McGill con mi presencia en su casa, pulso el pequeño botón junto a las rejas y este responde con un sonido similar al graznido de un ganzo.

— ¿Sí? — doy un respingo al escuchar la voz proveniente del telefonillo porque los timbres no suelen responderme —. ¿Hay alguien ahí? — pregunta impacientemente y aunque es una persona suena como el asistente de voz de mi teléfono.

— Eh... Sí. Hola — balbuceo torpemente nerviosa para que no me cuelgue —. Soy la niñera de Addie. 

— ¡Oh, cierto! — exclama y añade —: La señora McGill me avisó de que vendrías — ahora se escucha como una persona real, mis oidos también captan un pitido, acto seguido, el graznido del ganzo se repite y las puertas crujen al comenzar a abrirse —. Adelante, señorita.

Cuando la ranura entre las puertas es lo suficientemente espaciosa como para dejarme entrar, me cuelo por ella y recorro el largo camino adoquinado, decorado con pequeñas y coloridas flores a los lados, hasta llegar a la entrada. Hay un lujoso descapotable rojo frente a los escalones y, junto a él, una señora espera, sonriente. Tiene la piel morena y las facciones marcadas, sus manos están entrelazadas sobre la falda de su uniforme de empleada doméstica.

— Usted debe ser la señorita Jade — me dice al llegar frente a ella, presivo un acento que desconozco en sus palabras.

— La misma que viste y calza — respondo, con una sonrisa.

Ella me la devuelve y se gira para salir caminando y subir los escalones. La sigo apresuradamente, ella camina muy rápido.

— La señora Sofía la está esperando en la sala de estar — comenta antes de llegar a la puerta y cuando hemos llegado la abre para que pase frente a ella —. Señora — la llama y Sofía a penas reacciona —, la niñera de la señorita Adelaide está aquí.

Veo en cámara lenta como sus ojos, verde esmeralda como los de un gato, se despegan de la revista que tiene en las manos y se clavan en mí.

— Bienvenida otra vez — dice con una sonrisa en los labios que me provoca pavor —. Siéntate, Jade — ofrece, pero suena como una orden.

Avanzo por el salón, firme pero cautelosa, mis pisadas hacen eco en la estancia. Me acomodo en el sillón individual, colocado frente al sofá en el que la señora McGill está sentada y no puedo evitar fijarme en el enorme florero de porcelana que adorna la mesilla a sus espaldas, con flores más grandes que mis manos; los pétalos de la mayoría son de un naranja claro que se degrada en amarillo hasta el tallo, el resto son rojas como la sangre. Me coloco las manos sobre el regazo y trago con fuerza cuando Sofía deja la revista a un lado para poner en mí toda su atención, intento centrarme en ella como lo está haciendo conmigo.

El fantasma de AxelWhere stories live. Discover now