Para Lowri Weasley no había nada más importante que la justicia, la lealtad, la verdad, el valor y la familia. Es por eso que cuando su hermanito Ron le pide ayuda para que salve a un inocente prófugo de Azkaban, al cual le dara un hogar lleno de ca...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Lowri no tenía ganas de despertarse temprano, no esa mañana. Estaba bastante agotada y ayer había tenido una pequeña discusión con su familia (en general) por intentar remedios muggles para curar el mal que la serpiente le había hecho.
Entendía pues que para ellos, los remedios muggles no eran de fiar, incluso extraños o hasta cierto punto peligrosos (y es que Fred había mencionado como rajaban a la personas); sin embargo, era la decisión de Lowri si utilizaría de aquellos remedios para poder curar rápidamente su curación.
Oh, y es que cuando se enteraron de que tenía puntadas en su abdomen para impedir que la sangre siguiera brotando de su cuerpo, su madre casi se infarta y Ron casi se desmaya de pensar que habían cosido a su hermana como si se tratase de un suéter.
—Despierta dormilona.
Lowri gruño, lentamente se giró y cubrió su rostro con la sábana.
Sirius entendía que su novia no quería salir de la cama por lo que había platicado ayer con su familia. Si bien, nadie se había exaltado y no hubo insultos de por medio, fue una plática bastante intensa por que había pros y contras a todo lo que la primogénita podía decir. Claro que el no apoyo el comentario que hacían los hermanos o la madre de su novia, pero tampoco estaba para decir si lo que hizo fue bueno o no.
En este punto, Sirius Black solo quería apoyar cada decisión que tomara su novia, mientras no saliera lastimada, o peor aún, rajada como lo había mencionado Fred (aunque bien sabe que el gemelo mayor estaba siendo dramático).
—Amor, es hora de desayunar —dijo suavemente.
—No quiero —masculló con voz ronca.
Sirius suspiro—. Y tengo que cambiar tus vendas.
—Tampoco quiero —volvió a repetir.
La puerta se escuchó dos veces. Sirius se paro cansado y rascando su nuca abrió la puerta para encontrarse a su ahijado. Tiene los lentes chuecos, luce adormilado, y su bata está mal puesta.
