— Mira mami, te he hecho un dibujo le dije tendiéndole el papel, orgullosa de mi creación.

Mi madre me cogió en brazos y se quedó mirando el papel. Una lágrima resbaló por su mejilla, y yo pensé que era por qué no le había gustado el dibujo.

¿No te gusta?

Mi madre se secó la lágrima, y me dedicó una sonrisa triste.

Irina, el dibujo es precioso. Me encanta. Los vestidos te han quedado muy bien.

Me alegro de que te guste mami. ¿Te lo vas a poner en el corcho del trabajo?

me aseguró

Nos quedamos abrazadas unos minutos, y yo con mi cabeza en su pecho, me di cuenta de algo, casi no tenía pulso.

Mami, ¿dónde está tu corazón? Es que casi ni se oye — le expliqué

Las lágrimas rodaron por las mejillas de mi madre sin que ella pudiese hacer nada para evitar que la viese.

— ¿Por qué lloras mami? — le pregunté preocupada

Mi madre cogió aire con dificultad, y conteniendo las lágrimas me dijo:

Irina, cielo. Escúchame bien, ¿vale?

Yo asentí y mi madre continuó hablando:

— Princesa, mami se va a ir, y no va a poder volver dijo limpiándose las lágrimas que salían sin control de sus ojos

¿Dónde te vas a ir? ¿Ya no nos quieres?

Irina, te quiero más que a mi vida. Y a tu padre también, pero me tengo que ir a otro lugar. No lo puedo elegir. Es obligatorio.

¿Y porqué no puedes volver? dije sintiendo que empezaba a llorar

Princesa, mami está muy malita Me dijo entre sollozos — Y ya no puede quedarse más aquí. Mami se tiene que ir y no va a poder volver.

Cuándo por fin comprendí lo que significaba eso, me eché a llorar

¿Te vas a morir?

Mi madre me miró y me secó las lágrimas a la vez que asentía.

— ¿No te has tomado la medicina? — le pregunté

Princesa, la medicina no va a arreglar lo que me pasa. No se puede arreglar.

No te vayas mami. No, por favor. No te mueras.

Mi princesa, seguiré viva mientras me quieras. ¿Me prometes que me querrás siempre? — dijo entre sollozos

Sí mami, te lo prometo.

Mi madre besó mi cabeza, y yo me abracé a ella todo lo fuerte que pude. Nos quedamos así hasta que con sus últimas fuerzas, me susurró:

— Te quiero, mi princesa. No lo olvides nunca.

— Yo también te quiero mami.

Entonces, dejé de sentir su corazón, y sus brazos se aflojaron, pero yo seguí aferrándome a ella con fuerza. Empecé a llorar y a gritarle con fuerza que no se fuera de mi lado, que no me dejara, que la quería con todo mi corazón. Entonces llegaron los médicos, y me obligaron a separarme de ella. Me zafé del agarre del médico que me sostenía, y me tiré encima del cuerpo inerte de mi madre, sin creer que se hubiese ido.

Punto de inflexiónWhere stories live. Discover now