LA CHURNIA REVIVE UN MUERTO Capítulo cuarto

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Don Miguel no podía dejar de pensar en lo que Cachito le había contado en el corto encuentro que tuvieron. No podía entender cómo podían existir personas tan asquerosas de mente. Sus grandes deseos de ayudar a Desideria no bastaban para comprender la magnitud de lo que dejaban atrás. Que eran unos salvajes analfabetos e incultos, eso era muy cierto. Que más de una vez algún jovencito y no tan joven se le acercó con intensiones morbosas, también era cierto. Pero de ahí a que mataran a María a pedradas porque simplemente él la compró, según ellos, y no porque quería sacarla de meretriz, lo que tanto ellos criticaban, eso no podía creerlo. Era como si necesitara autorización para darle a esa pobre criatura una vida mejor. Que se caguen en su madre pensó haciéndose la señal de la cruz en el pecho lleno de rabia mientras trataba de inventar las futuras excusas que le daría a Desideria cada vez que pidiera ver a María, hasta que el valor fuera suficiente para poder decir la verdad.

El inconfundible olor a rosas era la señal de que ya habían llegado a su destino. Desideria no salía de su asombro observando todo lo que tenía a su alrededor. Era una casa inmensa, como jamás soñó ver. Una fuente de agua enorme a la entrada era el único miembro del comité de bienvenida. La casa era de dos pisos, con grandes ventanas y un balcón que le daba la vuelta a cada nivel. Pintada en tonos amarillos, marrones y blancos, tenía la impresión de haber llegado al palacio del libro que le leyó Don Miguel. A su derecha y bastante retirado, había una estructura que le pareció un potrero. Ella conocía muy bien esa clase de edificios porque en más de una ocasión le sirvieron de hotel para dejarse manosear de alguien. A la izquierda, estaba el merendero, según Don Miguel, que ya comenzaba a decir esas palabrotas tan extrañas; pero que acrecentaban en ella su respeto hacia él. Era un lugar amplio y hermoso. Tenía su propia fuente, una mesa gigante y sillas por todas partes. Podía observar gente caminando, trabajando, hablando...en fin...haciendo de todo menos prestando atención al carro que acababa de llegar. Estaba sumergida en sus pensamientos cuando Don Miguel la interrumpió:

-Bienvenida a Los Rosales Desideria. Esta será de ahora en adelante tu nueva casa.

-¿Usted vive aquí?

-No mi niña. Yo vivo un poco más retirado. Pero te prometo que vendré a verte todas las semanas mientras pueda y esté vivo. Y sería la primera vez en la vida que vendría a este lugar tan seguido...

-¿Aquí es que vive la señora que me va a enseñar a ser princesa?

-Así es... se llama Gertrudis y al menos que no te diga lo contrario, debes llamarla señora...

-¿Es mala?

-Para nada, al contrario, es muy buena. Pero tiene su carácter...

Mientras los pasajeros intercambiaban estas palabras, Carmen salía de la casa para buscar a Marcelito porque no se había terminado de comer lo que ella le guardó. Reconociendo el carro, se acercó a él y poco a poco podía ver dentro la figura de Don Miguel. Pero algo la asustó. Se llevó las manos a la boca, lanzó un grito de horror y salió corriendo en sentido contrario. Miguel de inmediato saltó fuera del vehículo y se fue tras de ella. Carmen reaccionó cuando sintió la mano de Miguel agarrándola por el hombro.

-Mujer de Dios ¿qué te pasa?

-¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer!

-Pero ¿qué pasa?

-¡Es idéntica a ella! ¡Es un fantasma!

-Deja de gritar como histérica y anúnciame con mi prima...

-Se va a morir del susto cuando la vea...

-Pues no le digas que vengo acompañado y resuelto el problema. Yo me encargo...Otra cosa, ¿Casimiro está?

La Maldición de Los SantanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora