Segundo capítulo: Los Tucanes de Oaxaca

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La imprudencia de Cristina llevó a Catalina a propinarle un golpetazo en la nuca. Todo su plan, al que había dedicado especiales cuidados y atención, se había ido a la mierda gracias a la torpeza de su hermana.

—¡¿Eres idiota o te haces?! —Vociferó Cata mientras cargaba la pistola— ¡¿Cuándo dije yo que podías tirar la maldita piedra?!

—Ah... ¿No tenía que tirarla de una vez? Perdón... —Se apenó Cris, encogida de hombros como un perrito regañado.

—¡Tu perdón no me sirve un coño! ¡Mira lo que hiciste! —Señaló a la ventana del piso de arriba. Agujereada, con esquinas filosas y mortíferas— ¡El carajo salió corriendo! No jodas, Cris. Si hubiese sabido que la ibas a cagar tan rápido me hubiese traído a Anto.

Cristina subió la mirada del suelo para dirigirla hacia su hermana mayor. —Pero Antonela está de vacaciones en Bogotá ¿No?

—No está de vacaciones, Cris. La iban a arrestar por evasión de impuestos y por haber soltado quinientas avispas en un parque local así que ella escapó a Bogotá.

—Oh...

Cata negó varias veces con la cabeza y dirigió su mirada nuevamente hacia la casa. —Tratemos de ver cómo podemos arreglar tu desastre.

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Mierda, mierda, mierda, mierda---

El primer impulso de Michael fue salir corriendo escaleras abajo. Bastante cobarde, a decir verdad, pero no podía hacer más nada. Oh, bueno; podía devolver la piedra, podía intentar defenderse con cualquier otra cosa, podía fingir demencia, podía usar psicología inversa. Podía hacer muchas cosas, pero decidió huir. Porque enfrentar sus problemas era de valientes y él era el hijo de Matthew Dickinson, o sea, un cobarde.

Cuando llegó al piso de abajo se encontró con Fabri y Raúl peleándose de nuevo. Raúl en el suelo y Fabri sobre él con los puños sobre la cabeza sosteniendo su aguja de tejer. No fue hasta que Michael gritó que se habían percatado de su existencia.

—¿Ahora a ti qué te pasó? ¿Te volviste loco? —preguntó Luis, quien hace unos segundos tenía a Fabrizio agarrado de los hombros.

—Y-Yo... ah... —Michael tenía un nudo en la garganta. Un nudo grueso y horroroso que le dificulta expresarse con propiedad.

—¿Tú-tú...? ¿Tu qué?

—Ah... —Michael carraspeó, frustrado y desesperado. Se le ocurrió la idea de hacer mímica con las manos. Así que puso sus dedos como pistolas y los señaló hacia sí mismo—. Piu... Piu... —Dice con los labios fruncidos mientras sacude las "pistolas"—... A-Afuera...

Todos los demás portaban expresiones de confusión y desagrado bastante notorias en el rostro. Michael no entendía ¿Es que acaso no había sido lo suficientemente claro? ¿Necesitaba hacer más deditos de pistolas?

—Oh, espera... —Dijo Luis, como si empezara a conectar los puntos— ¡¿Hay un tiroteo allá afuera?

Michael negó con la cabeza. Maldita sea, no podía ser tan difícil.

—No te estamos entendiendo, Mike ¿Podrías ser más claro? —Pidió Raúl

—Claro se llama una empresa de telecomunicaciones en Colombia.

—Oye qué gracioso eres Luis.

—Gracias, me lo dicen seguido. Junto con guapo, inteligente, increíble, sexy, sabio, y...

La puerta principal queda destruida completamente por quién-sabe-qué-cosa. Pedazos de madera cayendo por todo el salón principal. Una astilla perfora el antebrazo desnudo de Michael. Mierda.

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⏰ Última actualización: Mar 07 ⏰

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