5. Daehyun

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Para mi sorpresa, aceptó la invitación. Nos acercamos a una de las mesas de la cafetería. La chica de nariz roja dejó en una silla su bolso y apoyó en ella una bufanda morada. Sonreí para mis adentros por ser precisamente de ese color y contemplé cómo se dirigía a la barra. Desapareció tras ella y trajo dos bebidas calientes: café y leche con cacao.

La leche era para mí, y la miré asombrado. Se encogió de hombros y se sentó frente a mí. Nos quedamos callados y esperé a que ella dijera algo. Recordé que solo yo me había presentado de forma oficial, aunque ella me llevaba cierta ventaja y ya me conocía de todas formas.

-Creo que no me has dicho tu nombre. -Bajé la cabeza para mirarla mejor. Ella tenía la vista fija en su café, parecía tímida. Tal vez nerviosa, porque tamborileaba los dedos sobre la mesa de forma sutil y bajaba la vista cada vez que nuestros ojos se encontraban.

-Ah, ¿no? -Alzó las cejas-. Me llamo Laia.

-Me gusta tu nombre -me limité a decir y noté como me sudaban las manos. Me desabroché un par de botones de la chaqueta. La calefacción del lugar parecía fuerte-. Hace calor aquí dentro.

-¿Quieres que salgamos fuera? -soltó. Sus frases eran breves. Me daba la sensación de que estaba incómoda y a mí me resultaba una situación forzada, así que acepté.

Nos levantamos. Laia recogió los vasos y los dejó sobre la barra del bar. Se anudó la bufanda y se colgó el bolso en el hombro. Salimos al exterior de la reconfortante cafetería y el frío me azotó en la cara con un viento gélido. Me subí el cuello, abroché el último botón de la chaqueta y me embutí la boina en la cabeza.

-¿Adónde vamos? -pregunté.

-¿Quieres ir a algún lugar en concreto?

-No tengo preferencia.

-Así no me ayudas. -Dibujó una media sonrisa.

-Es que no sé adónde ir.

-¿Y qué te trae por aquí, entonces? ¿Estás solo? ¿No te da miedo ir solo?

-¿Es un interrogatorio? -Me sorprendí porque dejó de lado la timidez que noté en ella momentos antes.

-No. -Hizo una mueca y se llevó la mano a la boca-. ¡Curiosidad!

-Estoy de vacaciones. -No era la verdad, pero tampoco le estaba mintiendo-. En tres semanas, me regreso para una firma de moda.

-Suena aburrido.

-Lo es.

Lo era y lo odiaba, pero había huido de Corea para no tener que pensar en todo lo que me esperaba: ensayos, presentaciones, firmas... Era como si todo continuara igual, pero por separado, porque no habíamos cesado en nuestras actividades individuales. Incluso teníamos fecha para un concierto dentro de siete años. ¿Quién sabía lo que sería de nosotros en siete años? Era tan estresante y abrumador que, pese a que habíamos hecho oficial nuestra parada grupal, teníamos que seguir sujetos al contrato y a todo lo que ya teníamos establecido.

Yo quería parar de verdad y reiniciar una vida más tranquila.

Suspiré.

El sonido de un teléfono rompió el silencio que se acomodó una vez más entre nosotros. Laia sacó de su bolso el aparato y torció la boca.

-¿Quién es? ¿Tu novio? -Era una forma descarada de preguntarle si tenía pareja, pero no pude evitarlo.

-¡No! -exclamó, como si la pregunta le hubiera incomodado, y volvió a guardar el móvil-. Es mi madre. Vante se ha hecho caca en la cocina y quiere que me lo lleve a casa unos días.

Como una flecha en el cielo azul (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora