Si no había podido salvar a Toji, quizá pudiera arreglar a Megumi antes de que llegara a un punto de no retorno.

Las cosas eran mucho mejores cuando estaba con sus amigos

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Las cosas eran mucho mejores cuando estaba con sus amigos.

Megumi sonrió. Itadori y él corrían por el pasillo de la escuela, mientras Sukuna los perseguía con una fregona.

—¡Os voy a comer! —exclamaba Sukuna, apuntándoles con su arma imaginaria mientras sorteaban a otros críos que limpiaban.

Ambos se deslizaron por el suelo húmedo entre risas. Megumi tomó a Yuuji de la mano y tiró de él al tiempo que doblaba una esquina rápidamente. Se precipitaron con la prisa escaleras abajo, escuchando cómo el otro gemelo maldecía y bajaba tras ellos con cuidado.

Yuuji tropezó en el penúltimo escalón y arrastró accidentalmente a su amigo por el suelo. Ambos se enredaron, rodaron hasta detenerse con quejidos de dolor. Megumi no había soltado su mano.

Sukuna contuvo el aliento al ver a un profesor acercándose al dúo. Se detuvo en la escalera, cohibido.

—¿Qué se supone que hacéis? No es hora de jugar, es hora de limpiar —los regañó el profesor, frunciendo el ceño con molestia.

Megumi musitó algo inaudible, ayudando a su compañero a levantarse. Miraron al profesor y asintieron con obediencia. No querían problemas ese día.

Las clases ya habían acabado. Terminaron de limpiar su aula y el pasillo, lanzándose miradas y tapándose la boca para no reírse mientras un profesor los vigilaba. Sólo cuando terminaron pudieron recoger sus cosas e irse.

Fuera no llovía, pero hacía un frío horrible.

—Mamá dijo que te invitáramos a comer —contó Yuuji. Su aliento se congeló en el aire —. ¿Quieres venir?

Sukuna le picó el brazo, pidiéndole que dijera que sí. Megumi rio. Verlos el uno junto al otro era confuso y divertido al mismo tiempo, porque eran iguales.

Lo único por lo que la gente los distinguía era porque Sukuna llevaba el pelo hacia atrás y tenía un sarcasmo natural tan problemático como divertido. De alguna forma, Yuuji tenía una expresión más dulce e infantil.

Ambos llevaban el pelo de un desteñido color rosado que había aparecido desde que habían insistido en ponerse mechas durante el verano pasado. El tinte no había sido de mucha calidad y se había mezclado con el castaño natural del cabello, creando una curiosa mezcla.

—Está bien —cedió, al fin. Era eso o quedarse esperando a que Toji volviera de trabajar.

Ni siquiera eso le aseguraba un plato caliente en la mesa. A veces Toji le compraba un bocadillo en cualquier lugar, o comida precocinada que sabía fatal. Otras, directamente se iba a dormir sin dejar nada preparado.

Estar en casa de otros era un tanto incómodo. Se sentía raro ver cómo los padres de los demás se preocupaban por ellos y les revolvían el pelo al entrar en casa.

Cold, cold, cold || TojiSatoWhere stories live. Discover now