Caminé hasta la piscina y cuando llegué hasta ella, no pude evitar acercar mi mano y empujarla. En el instante que ella cayó a la piscina, soltó una maldición y los demás nos reímos. Mientras ella salía de la piscina, saludé a mis amigos.

—¿Quién es el idiota que me ha empujado?—preguntó enfadada

En el instante que me vio, vino corriendo hacia mí y me rodeó el cuello. Estaba empapada, aun así, la sostuve en mis brazos y después me alejé para mirarla a sus ojos azules.

—Eres tonto, ¿cómo se te ocurre tirarme a la piscina?

—Soy impredecible

—Y también idiota

Rodeé los ojos y ella me intentó tirar al agua para vengarse, pero no le salió como esperaba porque yo la volví a empujar de nuevo y cayó otra vez a la piscina.

—Te sienta bien el agua, eh—me burlé y ella resopló

—Te la devolveré

—Cuando quieras

Me giré a nuestros amigos que estaban con unas sonrisas porque les divertían nuestras peleas.

—¿Gabriel, dónde está mi hermana?

—En la cocina con mis padres

Entré a la casa y me dirigí a la cocina, cuando entré vi a mi hermana sentada en el mármol y parecía estar divirtiéndose porque no paraba de reírse.

—Parece que alguien vino a verte—le dijo Isabela a mi hermana y ella se giró para verme

—¡Thiago!—pronunció mi nombre emocionada y me abrazó—¿Te vas a quedar con nosotros?—me preguntó

—Sí, princesa—le contesté

Después les conté a Isabella y Patrick que ya me habían dejado irme y estuve hablando un rato con ellos, hasta que una rubia apareció por la cocina con una sudadera y el pelo mojado.

—¿Daniela, me haces un peinado?—le pidió Mar

—Por supuesto. ¿Trenzas?—mi hermana asintió

Bajé al suelo a mi hermana, le dio la mano a Daniela y se fueron al salón. En ese momento los demás entraron y se quedaron en el salón. Después yo les hice compañía y me senté en un lado del sofá.

Mientras Daniela peinaba a mi hermana estaba muy preocupado porque no sabía que iba a hacer para conseguir dinero y poder pagar la casa, la comida, básicamente lo que necesitamos para vivir.

Seguramente, después de lo que pasó ellos ya no me devolverían el dinero y, si lo hicieran, no lo aceptaría, pero necesitaba encontrar algo para conseguirlo.

Al final me iba a acabar enloqueciendo porque no sabía qué hacer, ni siquiera le comenté esto a nadie, pero de repente ella puso su mano encima de la mía y por un momento me hizo dejar de pensar en eso y vi en su mirada que estaba preocupada por mí.

—Thiago, me preocupas. Sé que no poder jugar al fútbol te fastidia, pero mientras más vueltas le des, peor es—me dijo en voz baja Daniela

—No es eso

—¿Entonces en qué piensas?—me preguntó preocupada

—Es mejor que te lo cuente en otro lado

Ella acabó de peinar a mi hermana y después nos levantamos y nos alejamos de ellos, porque lo que menos quería es que mi hermana escuchara la conversación.

—¿Dime en qué pensabas?—me preguntó y tarde en responder

—Estoy preocupado porque ahora que voy a estar una temporada sin jugar al fútbol, no me van a pagar y no sé cómo voy a poder cuidar de mi hermana, y pagar la casa y todo lo que ella necesita porque no tengo ningún otro trabajo. Y no quiero recurrir a mis padres porque me quitaron dinero de la cuenta y son las últimas personas que quiero ver

—Thiago, no te preocupes por eso, si quieres yo te puedo ayudar con lo que necesites, mientras te recuperas—me dijo y me negué al instante

—No puedo permitir que hagas eso por mí

—Ey, yo ganó bastante dinero en los combates y deja que lo haga como un favor que te debo

—Daniela, no me debes nada

—Thiago, solo déjame compensártelo por cuidar de mí, por defenderme y por escucharme

—Está bien, pero cuando vuelva al fútbol, te devolveré todo el dinero—le aseguré y ella asintió

Después volvimos al salón y mi hermana se sentó a mi lado.

—Thiago, en unos días un grupo hacen un concierto en la ciudad podemos ir a verlos, por favor—me pidió mi hermana

—Ehh...—Daniela, se adelantó antes de que yo le diera una respuesta a mi hermana

—Mar, yo te compró las entradas, si tu hermano me deja

—¿Thiago, entonces podemos ir?—le dije que sí—Gracias, te quiero

—Yo también, princesa

Me acerqué un momento a ella y le susurré en la oreja lo que le había dicho hace unos momentos.

—Daniela, acuérdate que todo lo que hagas por mí, todo lo que me pagues, te lo voy a devolver y no me lo vas a rechazar, ¿de acuerdo?

—Entendido, señorito—me dio un beso en la comisura del labio—Iré con vosotros a ese concierto

—Me parece estupendo, señorita

Justamente, me sonrió y la atraje hacia mí para que me abrazara. Ella apoyó su cabeza en mi hombro y los mechones de pelo que le caían por la cara se los aparté y entrelacé los dedos de mi mano con la suya.  

Corazones en llamas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora