Capítulo 23

705 81 85
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Jordan me encuentra en el suelo de mi habitación, sollozando como nunca antes lo había hecho. Hay alguien con ella, pero se apresura en echarlo de la casa y asegurarle que en algún momento lo llamará. Sé que es mentira por el tono de voz que utiliza, pero ni siquiera tengo fuerzas para decírselo

—Espera un momento —me pide en cuanto le ha cerrado la puerta en las narices a su cita.

La oigo salir de la habitación a toda prisa, sus tacones resonando por toda la casa, y regresa con una toalla caliente. Me limpia la cara y me recoge el pelo en una cola. Luego se va para limpiar el estropicio que he hecho en el suelo. Hay cristales de mi copa y vómito y me avergüenza tanto que me haya encontrado así que hago el intento de moverme y arreglar todo este desastre por mi cuenta, pero no lo consigo. Sigo anclada en el suelo, con el hombro apoyado en el borde de la cama y la barbilla apoyada sobre mis rodillas.

La veo limpiar todo, volver con un vaso de agua y luego rebuscar en mi armario hasta que da con una manta. Me la pasa por los hombros, me tiende el vaso de agua y se arrodilla junto a mí.

—Eli —me llama, pero apenas soy capaz de prestar atención a lo que dice, así que ella me pone una mano en la barbilla y me levanta la cabeza un poco—. Mírame. Estoy aquí.

—Lo sé —murmuro y se me rompe la voz de nuevo. Me he pasado horas llorando y, aunque estaba segura de que ya no me quedaban más lágrimas, la vida se empeña en demostrarme exactamente lo contrario.

Me pone una mano en la espalda y me acaricia en movimientos circulares, como le enseñó la psicóloga. Es horrible tener que enseñarle a alguien cómo sacarte de una espiral. Cada vez que Jordan tiene que tenderme la mano para salir del pozo, me siento culpable porque estoy demostrando una vez más que no soy capaz de valerme por mí misma.

—Respira hondo. Eso es. Despacio, con calma. Todo va a ir bien. Sea lo que sea, irá bien.

Es como si estuviera viéndolo todo desde fuera de mi cuerpo, flotando en el techo de mi habitación mientras Jordan se empeña en tratar de hacerme regresar. Ojalá pudiera quedarme ahí, lejos de todo, donde nada más puede hacerme daño.

—Creo que no va a volver —le digo—. Y ahora tengo que elegir y no quiero pasar por eso otra vez.

Jordan ladea la cabeza. Y me pide que le cuente lo que ha ocurrido, así que lo hago. O lo intento, al menos. No soy capaz de contar dos frases sin romper a llorar pero, aunque no lo parezca, Jordan es la persona más paciente del mundo con las personas a las que quiere y se sienta a escucharme hasta que logro terminar. Me abraza cuando me rompo todavía más, me hace beber agua y me obliga a respirar hondo una y otra vez cuando siente que estoy a punto de perder el control.

Le cuento lo que pasó con Marcus. Le hablo de Abigail. Por algún motivo, me extiendo cuando le hablo de la escopeta de Petrov y de las tallas de madera que tiene por toda su casa. Luego tengo que hablar de Daniel. Le enseño los mensajes. El vídeo. Todo.

CatfishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora