La Visión

Caítulo 11: 26 de Febrero 1953.

Mientras el General MacArthur pronunciaba su discurso con el fin de explicar el uso de la bomba atómica en la guerra, del otro lado del mundo en la península coreana el 23° Regimiento de Infantería se encontraba reforzando su territorio en Geonsol-ri a las 5:30 de la mañana, en él se encontraba Adrien Fontaine y su escuadrón de soldados franceses dentro de sus trincheras particulares, empapados de sudor y mugre, con el estruendo matutino de la artillería enemiga resonando a su alrededor.

Era claro, que a pesar de los grandes esfuerzos de los estadounidenses por contener a los norcoreanos y chinos, el panorama seguía siendo el mismo. Las trincheras eran ejemplos de lo desolador y aterrador que puede ser la guerra. Los campos, una vez verdes y exuberantes de Corea, estaban ahora arrasados por la guerra, cubiertos de cráteres de bombas y escombros humeantes. El cielo por la mañana, cuando salía el sol estaba oscurecido por el humo de las explosiones aunado con el olor a pólvora y destrucción llenaba el aire. El paisaje lunar era un recordatorio para los soldados de que el simple hecho de estar vivos en ese momento era porque la suerte los había estado acompañando hasta ese momento, ya que día tras día el objetivo los hombres de Adrien se había convertido en una lucha constante por la supervivencia y no por la Libertad.

Adrien, saliendo de su trinchera abrazando su Carabina M1 como si se tratará de un bebé, camino por los alrededores observando a sus hombres, cuyos rostros estaban marcados por el cansancio y la desesperación, incluso algunos de ellos se encontraban con sus uniformes desgarrados y caras sucias, sentían la tensión en cada músculo de sus cuerpos. Era claro que estaban exhaustos, tanto física como emocionalmente, pero se aferraban a la determinación de sobrevivir y Adrien lo sabía mejor que nadie. Cada disparo del enemigo era un recordatorio de que estaban en constante peligro, pero seguían adelante, apoyándose mutuamente en la oscuridad de la guerra.

-¡Mantengan la cabeza baja, chicos!- gritó Adrien mientras caminaba, tratando de infundirles ánimo a sus hombres. -Estamos vivos, y eso significa que tenemos una oportunidad de luchar otro día.-

Mientras Adrien recorría las trincheras de sus compañeros, podía observar como algunos de ellos se encontraban alerta, sabiendo que en cualquier momento podían enfrentarse a un nuevo ataque enemigo. A pesar de las dificultades y el paisaje desolado que los rodeaba, la camaradería entre los soldados era evidente. Se apoyaban mutuamente en esos momentos oscuros y encontraban fuerza en su unidad y en su líder, Adrien Fontaine.

Pierre, quien había asumido la responsabilidad de la comunicación tras la trágica situación de François, miró a Adrien con respeto y con un frío que recorría el amanecer contestaría. -Tiene razón señor.- Dijo con firmeza. -Estamos juntos en esto, pase lo que pase.-

Adrien asintió con gratitud hacia Pierre y luego se volvió hacia Gabriel y se metería en su trinchera para acompañarlo unos momentos, -Gabriel, ¿cómo estás?- preguntó con preocupación.

Gabriel miró a Adrien con una mirada que reflejaba su tristeza y frustración y le diría. -Sinceramente señor, estoy harto de esto...-

-¿Porqué lo dices?- continuaría Adrien. -Estamos vivos y con un nuevo amanecer, no pienses mal de la situación, porque si no traerás la mala suerte a tus camaradas o peor aún... a ti.-

-Señor...- replicaría Gabriel. -Llevamos tres días sin avanzar una sola yarda y el enemigo nos bombardea una y otra y otra vez, a pesar de que el apoyo aéreo ha realizado numerosas incursiones en estos días, ellos siguen bombardeándonos cada ¡MALDITO DÍAAA! ¡ESTOY HARTO DE TODO ESTO!-

-¡Baja la voz Gabriel!- increpó Adrien a Gabriel mientras se abalanzaba sobre de él y le tapaba la boca. -¡Tú no eres el único que se siente así! Todos nosotros estamos igual que tú, pero buscamos no pensar en la maldita situación en la que estamos.- susurraría Adrien sosteniendo a su compañero mientras poco a poco le liberaba su boca.