Capítulo 5.

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Leah no duda en ponerme detrás de ella mirando al hombre misterioso. Me quejo mentalmente. Quiero ser viendo ese trabajado cuerpo y ese esculpido rostro. Uno así no se ve muy seguido. Con todo esos cuadrados y brazos fuertes, cabello oscuro despeinado y una mandíbula dura. Asomo mi cabeza por el hombro de mi amiga y puedo verlo buscándome con la mirada, hasta que nuestros ojos chocan y ladea la cabeza dándome una sonrisa. Arqueo una ceja. Extraño.

—¿Quién eres?

El extraño parpadea y mira a mi amiga serio.

—Debería preguntarte eso — su voz es un gruñido ronco y agradable, provoca un temblor por todo mi cuerpo. Me arrimo más a la espalda de Leah.

—Pregunte primero.

Yo me mantengo en silencio viendo el intercambio de miradas de ambos. Cada vez que su visión cae en mí siento que sus ojos brillan. La forma en que me contempla hace que mi corazón se acelere y mi estómago se apriete. Me hallo atrapada. En pánico. Agarrada por una repentina y abrumadora necesidad de salir corriendo, como un ratón que sabe que hay un gato hambriento arrastrándose detrás de él. Armándome de valor, porque miedosa no es mi segundo nombre. Me paro al lado de Leah, a pesar de que intenta hacerme retroceder. La mirada de él sigue todo mis movimientos como si estuviera hechizado, quizás. Es que tengo un encanto único. Admito que me gusta esa mirada de deseo. Ay, Dios. Parezco una hormonal.

<<Contrólate Leyra>>

—¿Cómo te llamas? —pregunto sosteniendo con fuerza mi maletín. Su contestación no tarda en llegar haciéndome sentir satisfecha.

—Boris.

—Encantada. Soy Leyra y ella es Leah, es un poco desconfiada, a decir verdad yo también, pero el punto es que no sabemos donde estamos. ¿Podrías indicarnos la salida?

Trago saliva. Ojos grises me examinan lentamente, creo que está buscando si miento o no. Con mi trabajo aprendí que alarmarse o impacientarse, no lleva a nada bueno. Tal vez me golpee la cabeza o estoy soñando en una camilla de un hospital, pero este hombre hermoso y sublime me genera confianza, y no soy alguien que confía en la primera charla.

—Se perdieron —afirma sosteniendo su barbilla. Asiento con la cabeza esperando que nos ayude, pero mi intuición me dice que es lo menos que hará llevarnos a nuestro mundo.

—¿Sabes la salida de este bosque o no? —Leah consulta impaciente—Tengo un arma cargada y lista para usarla.

—Leah — me quejo.

—¿Me estás amenazando?

—Solo estoy advirtiendo.

—Lo lamento. Pasa que no le agradas. ¿Cómo salimos de aquí? Necesitamos volver a nuestro hogar.

No sé por qué, pero siento que dije las palabras equivocadas. Sus brillantes ojos grises se vuelven negros lentamente, haciéndome retroceder, y de su boca salen colmillos. Tengo que tapar mi boca para reprimir un grito que estoy a punto de soltar. Salto del susto cuando un disparo suena y él cae al suelo. Volteo la cabeza y veo a Leah con su arma levantada. Toma mi mano y me hace correr, alejándonos cada vez más de ese hombre que ahora yace en el suelo.

—¡Lo mataste! — reacciono, gritando sorprendida.

—No, le disparé en el hombro para darnos tiempo de huir. ¡Ahora sigue corriendo! ¡No mires atrás, Leyra!

Mientras corremos. Los sonidos del bosque se intensifican y el viento frío nos corta la cara. A pesar del miedo, siento una extraña sensación. Nos detenemos cuando vemos, a lo lejos una luz. Al principio, pensé que podría ser la salida del bosque, pero a medida que nos acercamos, me doy cuenta de que es una fogata. Alrededor de la fogata, hay siluetas de hombres. No sé si son amigos o enemigos, sin embargo, no tenemos otra opción que seguir adelante.

De repente, Leah me tira detrás de un árbol. Nos quedamos allí, escondidas, observando a los hombres alrededor de la fogata. Mi corazón late con fuerza en el pecho y puedo sentir el miedo de Leah a través de su agarre apretado en mi mano. Se que no dudara en salvarme. Yo haría lo mismo. Hay personas riendo y bebiendo, mujeres restregándose contra algunos cuerpos masculinos.

Después de lo que parece una eternidad, vemos una figura familiar emergiendo de la oscuridad del bosque. Todos dejan de hablar y se forma un silencio. Es un hombre con ojos marrones y cabello gris. Su cuerpo musculoso se destaca en la luz de la fogata, y un tatuaje de ramas adorna su estómago. Su presencia es fuerte y dominante, y no puedo evitar sentir una mezcla de miedo y fascinación.

—¿Dónde diablos se metió Boris?

El nombre cae como una piedra en el estómago. Boris, el hombre al que dejamos tirado y herido. Eso me hace sentir una punzada en el pecho, apoyo mi mano frotando esa zona. El silencio se prolonga, pesado y tenso, mientras todos se miran entre ellos. Hasta que uno más joven se abre paso, es como su copia, pero más joven. Debe ser su hermano o hijo. Supongo.

—Estaba hace unos segundos acá, Alexey. Dijo que iba a revisar los alrededores.

Así que se llama Alexey. Interesante nombre. De repente, veo cómo su nariz se arruga y cómo inhala profundamente. Él huele el aire y, lentamente, dirige su mirada hacia donde estamos escondidas. Nos agachamos mas, pero viéndolo. Me doy cuenta de quizás nos ha descubierto. Sé que debemos movernos. Debemos correr. Aunque mis pies están clavados, incapaces de moverse, pero no es por miedo.....Me quiero quedar acá.

Un sonido llama su atención, alejando la mirada de nuestro escondite. Muerdo mi labio con fuerza al ver como Boris, al que Leah le disparo, gruñe desde la oscuridad del bosque hacia la luz de la fogata.

—¿Dónde diablos te metiste, Boris? ¿Eso es sangre?

Boris se encoge de hombros. 

—Me dispararon—responde sonriendo feliz. Nunca vi a alguien contento de ser disparado. Creo que la bala le afecto algún nervio o el golpe que se dio cuando cayó.

Alexey se acerca a él, apoyándolo. Miro la escena, mi corazón latiendo con fuerza. No sé qué hacer. ¿Deberíamos salir y revelar nuestra presencia? ¿O deberíamos seguir escondidas, esperando el momento adecuado para escapar?

Observo a mi mejor amiga mirar con atención todo, nota mi mirada y me hace un gesto de silencio y que mantenga la calma. ¿Cómo quiere que me tranquilice? Si el hombre que le disparo está caminando como si nada y feliz como si no hubiera pasado. Creo que estoy drogada. De verdad no entiendo nada.

—¿Quién?

—Ellas.

Ay, Diosito. 

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LeyraWhere stories live. Discover now