—¡No saben lo que descubrí en el departamento de papá en la ciudad! —empezó, extrañamente, ese día llevaba un bolso. JeongIn bajó del árbol, extendiendo los brazos para ayudar a Felix. Chocaron puños con Min y los tres se acurrucaron en una esquina, abrazando sus bolsos cuando el castaño empezó a rebuscar en el suyo—. ¿Recuerdan que allá tengo una computadora?

—¿Explotó? —preguntó Felix, frunciendo el ceño cuando el eufórico Omega a su lado sacó una carpetita rosa. El rostro del rubiecito se contrajo, más rojo de lo habitual, cuando vio entre todos los papeles ilustraciones del sistema reproductor de los Omegas—. ¿Por qué tienes eso?

—Papá instaló algo llamado Internet, es como un Dios que responde todo. Pones la palabra culo y te aparecen fotos de culos gigantes en la pantalla, ¡Todo! —habló, alzando los brazos. JeongIn se carcajeó, rojito—. Claro que no desperdicié la oportunidad y le pregunte a San Internet sobre educación sexual, que mucho nos hace falta. Fotocopié todo lo que vi. Ten, JeongIn, esta es tu copia. Felix, las tuyas las metí en este libro de recetas caseras. Verás fotos de deliciosas tortas, pero asegúrate de que no lean los ingredientes ni los pasos a seguir.

JeongIn tomó el libro, una sonrisa atravesó su rostro cuando abrió una página aleatoria y leyó la receta sobre el mejor glaseado del mundo.

—Modo de preparar: cuando un Alfa eyacula, dentro de su semen se liberan cerca de veinte a ciento cincuenta millones de espermatozoides por mililitro... —JeongIn se sobresaltó cuando Felix colocó las manos encima, cerrando el libro con violencia—. ¡Ay!

—Buenos días, profesor —saludó el rubiecito, justo cuando el viejo señor Fiodor pasaba con su antiguo maletín. Era un hombre bajito, rechoncho y de mejillas rojas. Saludó con una sonrisa. SeungMin sonrió, acomodándose con grandes ojos hasta que el hombre despareció de su vista—. ¡ya! No leas esto ahora, no lo quiero, SeungMin. No me lo llevaré a casa.

—Pero vamos... ¿acaso crees que tu padre leerá Las recetas de la tía Nancy? Si no te gusta la portada, fotocopié esta de instrucción cívica, no sé qué es —habló el castaño, asomando una cubierta de libro—. Necesitas informarte, tú, ya tienes novio y es un Alfa dominante.

—Pero yo no hago esas cosas —respondió, JeongIn lo miró. Felix tenía las mejillas rojas, no sabía si por la vergüenza o por el malestar—. No las haré hasta que sea mayor de edad y me case.

—Oye, ¿crees que lo hago para molestarte? Lo hice para que te cuides y aprendas. Puedes reprimirte todo lo que quieras, pero tu Omega sigue siendo salvaje y en cualquier momento querrá pen... —SeungMin se detuvo cuando JiSung apareció, jalándolo del cabello. El castaño se volvió con grandes ojos—. ¡Oye, yo no lo hice tan fuerte!

—¡Adivinen qué conseguí gracias a Minho! —mencionó el pequeño Omega hurgando en su mochila. El castaño a su lado alzó las cejas.

—Justo estábamos hablando de experiencias sexuales.

—No eso, cochino —habló, sentándose a su lado. JeongIn se acurrucó junto a Felix, mirando la bolsa azul que sacó las delicadas manos de JiSung—. ¡La secuela de El último Omega!

Felix lo tomó primero. Los cuatro Omegas se acercaron para apreciar la portada del libro. Era grueso, enorme, y parecía tener tantas ilustraciones como escrito. JeongIn observó el subtítulo: El hijo de Fior y se detuvieron por algunos segundos a apreciar aquella primera imagen. Era una clara combinación del rey y el Omega que tanto conocían. Lucía algo dominante, maligno, en sus brazos sostenía gruesas cadenas que se ataban al cuello de un hombre a sus pies. Este lo miraba con un claro mensaje de deseo.

—¡Ah, tramposos! Sigan leyendo eso, no valoran la información que les doy. ¿Si saben que todo eso fue completamente contra la voluntad de Fior? —SeungMin se levantó, tomando su bolso. Al ver que nadie imitaba su acción, una mueca apareció en su rostro—. ¿Igual me lo prestan, no?

HADO • HyunInWhere stories live. Discover now