Capítulo 4

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Angélica despertó al día siguiente, se sentía sumamente confundida tras haber soñado a su hermano interpretando el papel del policía que la violaba; en algún sitio había leído que los sueños son la representación de nuestros deseos más profundos o de aquello a lo que más le tenemos miedo, sin embargo, no sabría en cual de las dos opciones situar esa experiencia onírica.

Por un lado, poco antes de la violación, supo por primera vez lo que significaba hacer el amor, con un hombre que la amaba, que le hizo saber todo lo que sentía por ella a través de sus caricias y sus besos, mientras entraba y salía de su cuerpo, haciendo que sintiera un placer completamente desconocido para ella, que la llevó a sentirse como si volara entre las nubes cuando llegó al orgasmo, al tiempo que Juan llenaba su interior con su cálida semilla, provocando que su corazón palpitara por el hombre que la acababa de hacer mujer. Por otro lado, esa misma noche vivió la experiencia más dolorosa y aterradora de su vida, tuvo que soportar ver cómo golpeaban a su hombre casi hasta matarlo, dejándolo inconsciente por horas; fue obligada a tener sexo con dos desconocidos, uno de los cuales le robó un orgasmo, en contra de su voluntad, haciendo que se sintiera culpable por experimentarlo mientras Juan permanecía tirado, golpeado y sangrando; lejos de haber sentido placer cuando su cuerpo se convulsionó sin su permiso, aquella experiencia le causó una gran humillación, un terrible sentimiento de culpa que aún la perseguía, incluso en sus sueños.

¿Cómo pasó aquella experiencia de ser tan humillante y dolorosa, a convertirse en algo que la excitaba con tanta intensidad, que la obligó a despertar en medio de un orgasmo? ¿Por qué su hermano apareció en su sueño como si fuera su violador? Angélica lo pensó durante mucho tiempo sin llegar a una respuesta convincente, dándose cuenta de que esforzarse en tratar de encontrar una respuesta por ella misma, no tenía sentido.

La chica se levantó de la cama con decenas de preguntas rondando entre sus ideas y, por más que intentaba pensar en otra cosa, no era capaz de evitar regresar al mismo asunto una y otra vez, sin embargo, la vida debía continuar y ella tenía un hermano muy lastimado que necesitaba de ella para poder desayunar, así que salió de su recamara, se dirigió la cocina, preparó un par de emparedados y subió las escaleras en dirección al cuarto de Juan, sin embargo, mientras caminaba por el pasillo hacia ahí, pudo escuchar un sonido salir del cuarto de su hermano, un ruido repetitivo que Angélica no tardó demasiado en reconocer: Juan se estaba masturbando.

Por un momento pensó en la ocasión en que él había abierto la puerta y se quedó ahí parado para observarla mientras ella se acariciaba, estando desnuda; pero también pensó en que ella difícilmente correría con la suerte de que el chico no la viera si abría la puerta. Dejó los emparedados en una mesita que estaba en el pasillo y pegó la oreja a la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible.

Juan se masturbaba con movimientos rápidos, Angélica podía escuchar aquel sonido pegajoso, característico del lubricante embarrado en las manos mientras recorren alguna parte del cuerpo; también escuchaba los gemidos de Juan, los cuales no eran muchos, pero si bastante sonoros. En algún momento se preguntó si Juan lo estaba haciendo apropósito para provocar alguna clase de reacción de su parte, después de todo, él sabía que solamente se encontraban ellos dos en la casa y que Angélica pronto subiría con el desayuno, pero aquella cadena de pensamientos se vio interrumpida cuando, de la boca de su hermano, escuchó salir su nombre, poco antes de que Juan gimiera con más frecuencia y luego se quedara callado por completo. Ella supo que su hermano había terminado lo que hacia, pero decidió darle algunos minutos antes de entrar con el desayuno. Fue a la mesa tomó los platos y se giró de nuevo hacia la entrada de la habitación de Juan.

- Juan ¿Puedo pasar? - dijo.

- Si, pasa - Angélica abrió la puerta con algo de dificultad, tratando de equilibrar los platos en una sola mano. Una vez adentro, vio que su hermano se limpiaba las manos con algo de alcohol y luego con una toalla húmeda.

Angélica: mi hermano mayorWhere stories live. Discover now