Los Asuntos

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En las tranquilas calles de Higashi-Ikebukuro, Hiroto avanzaba con pasos lentos, inmerso en sus pensamientos, mientras el amanecer bañaba las modernas calles con una luz cálida. Las personas, ajenas a las preocupaciones de Hiroto, se apresuraban o disfrutaban de paseos tranquilos junto a sus familias.

Eran las seis y media de la tarde cuando Hiroto regresaba de su día en la Shibuya Junior High School. A lo lejos, Yuji Nakamura, su antiguo amigo, lo saludó con emoción.

"Oye, Hiroto. ¿Te gustaría acompañarnos al cine?" preguntó Yuji mientras se acercaba.

Hiroto, con calma, respondió: "Tengo asuntos que resolver."

"Vamos, Hiroto. Shizuku también se une..." sugirió Yuji con entusiasmo.

"Gracias por la invitación, pero no estoy seguro. Reserva un asiento y te avisaré si puedo."

"¡Genial, nos vemos!" exclamó Yuji mientras se alejaba.

Fue la última vez que se cruzaron.

Hiroto no era un joven especial. No destacaba por su carisma, de hecho era completamente estoico, no era rico ni malo ni bueno. Vivía día a día como podía. Pero con cada día que pasaba, la vida dejaba de sonreírle y comenzaba a reírse en su cara.

Los asuntos que debía resolver involucraban una cita con su padre, Kenjiro Aoyama, en un parque de Shibuya, debía tomar un taxi otra vez. No sabía por qué, pero tenía un mal presentimiento.

Su padre biológico siempre había sido una amenaza real. En varias ocasiones, lo amenazó de muerte de manera sincera, o por lo menos eso aparentaba. Su familia estaba inmersa en una espiral de maldiciones y desgracias. Hiroto no sabía por qué, pero parecían atraer la desgracia, con hijos desaparecidos, padres decapitados y hermanos que enloquecían. Hiroto no era una excepción.

Desde que nació, sufrió todas esas desgracias y más. Presenció cosas que nadie debería ver, pero era el único miembro de su familia que conservaba su cordura, o esa es la impresión que daba, ya que su rostro no transmitía nada, nunca. Hiroto tenía la habilidad de ver las maldiciones, y sabía que eran la causa de todos los males que acechaban a su familia. Había algo en esa familia que atraía a estos espíritus malignos, y Hiroto era la única barrera que los repelía.

Las maldiciones le tenían pánico, aunque no entendía por qué, ni sabía si alguien más podía verlas. Intentó explicárselo a sus familiares, pero lo consideraron víctima de la locura, al igual que otros miembros. Sus amigos tampoco tomaron en serio sus advertencias, debido a su actitud seria y a veces melancólica a la hora de hablar.

Hiroto había presenciado con impotencia cómo torturaban a su madre, mientras su padre parecía indiferente a su sufrimiento. Ver a su madre con un ojo faltante y destrozada le había causado un dolor inmenso. Cada persona que conocía parecía destinada a la muerte o a sufrir un destino terrible.

Sin embargo, todo eso estaba a punto de cambiar en ese día fatídico. Hiroto llegó al Central Park de Shibuya, donde le esperaba alguien que no era su padre. Era una figura alta, con ojos azules penetrantes, una presencia que irradiaba un aura misteriosa y poderosa.

La expresión en el rostro de Hiroto permaneció imperturbable. Ya no le importaba nada, ni siquiera su propia vida. Le resultaba irónico sentirse calmado y aliviado al encontrar a un hombre alto, vestido de negro y desconocido a esa hora de la tarde, en lugar de su propio padre. Había llegado al punto en el que prefería enfrentar lo desconocido antes que tener que lidiar con su padre y las terribles circunstancias que lo rodeaban.

Hiroto avanzó paso a paso, acercándose a la figura del hombre que poco a poco se hacía más clara.

"Hey, Hiroto." saludó el hombre con entusiasmo, levantando la mano.

Jujutsu Kaisen: GenesisWhere stories live. Discover now