Capítulo 10: Vodka sabor fresa.

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Apenas habia sonado la campana, sali disparada hacia la salida sin siquiera despedirme de Sami. Por suerte habia traido mi motocicleta para huir lo más rapido posible.

Huir de Dylan no era algo que me gustara admitir, pero toparmelo en este momento luego de lo sucedido anoche no era la mejor opción, lo mejor era esperar que se le bajara un poco la rabia. 

Una sonrisa maliciosa se dibujo en mi rostro.

No podia esperar ver la cara de Dylan cuando viera sus pensamientos de amor escritos en la portada del periódico escolar.

Deje la motocicleta frente a mi casa. Le habia mentido a la tia Cat diciendole que me quedaria con Sami esta noche, ya que debiamos hacer un trabajo importante para mañana. La verdad es que no sabia que podia llegar a ser tan convincente.

Supongo que eso sucede cuando no partes ni un plato.

Pase por el umbral de la puerta y justo en ese momento el sonido de mi teléfono retumbo en la sala.

Se trataba de papá.

-Hola cariño, ¿qué tal va todo?- Su voz sonaba tranquila, era casi reconfortante escucharlo.

-Muy bien, llegando de la escuela- Deje caer el bolso en el suelo y me lancé en el sofá.- ¿Cómo está mamá?

-Está bien, esta gira ha estado bastante movida- Suspiró.- Se le ve muy contenta.

-Me alegro mucho- Sonreí.- Este libro ha sido un éxito entonces. ¿Tu como la llevas?

-Bien, la verdad ha sido increíble...

Un pequeño silencio.

-¿Pero?

-No me agrada la idea de dejarte sola.

Lancé un suspiro imperceptible.

-Papá... está bien, como te dije antes no tengo problema en que acompañes a mamá en sus giras...- Traté de sonreir, y de poner la voz firme.- Estoy bien, además aquí me cuidan muy bien. Tengo a la tía Cat, al tio Antoine, Davide... y Dylan- Tragué amargo al decir su nombre.

Suspiró audiblemente.

-Trataremos de volver pronto, tu madre también te extraña mucho ¿de acuerdo?

-Y yo a ustedes.

Colgué y me mordí el labio. 

Sacudí la cabeza tratando de librar mi cabeza de esos pensamientos. No tenia tiempo para eso, debia ponerme manos a la obra a editar más de las cartas de Dylan.

¿Pero si...?

-No, no- Solté en voz alta y me puse de pie.

Me recogí el cabello en una coleta alta, me quite la blusa y fui en dirección a la habitación que mi padre usaba para entrenar. Tenia algunas maquinas de aeróbicos, algunas de musculación pero mi favorito eran los sacos de boxeo. Habian exactamente 2 de ellos, uno de mi padre y uno especialmente para mi. 

Me coloqué los guantes y respire hondo, ya en posición comencé a dar ligeros golpes. Practiqué una de las muchas rutinas que hacia con papá, y de un momento a otro el saco comenzó a moverse con violencia. Los golpes eran rápidos y fuertes, apenas y sentia el esfuerzo que hacia con el brazo.

El rostro se me puso caliente, me detuve y tome una bocanada de aire. Las lágrimas habían rodado torrencialmente por mis mejillas.

Suspiré y abrace el saco de boxeo, mordiendome el labio para evitar que un quejido saliera de mi boca.

Enemigo de la InfanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora