Capítulo 4

171K 11.6K 7K
                                    


Sebastian Jung


—¿Sabías que la competencia se aplazó?

La voz de Santiago suena histérica y frunzo un poco las cejas, me quita de mi camino, gritando a mis espaldas. Respiro hondo, decidido a no dejar que mi paz mental se escape. Aún tengo el corazón agitado por el combate, cierro los ojos, concentrándome.

El tatami está tan frío que lo siento en mis rodillas, unidas sobre él. En alguna ocasión mi pequeño e íntimo momento luego de un combate se convirtió en mi rutina diaria, de un segundo a otro no podía acabar y no hacer nada. Al terminar, siempre me invade una paz tan reconfortante que, por un momento, mis preocupaciones desaparecen como si nunca hubieras existido.

Me inclino lo suficiente hasta que mi frente sudorosa roza el tatami, la última inclinación es la más importante para mí. Es respeto. Hacia el entrenamiento y el Kendo, pero, sobre todo, hacia mi transformación gracias al Sensei y mi shinai, que se ha vuelto parte de mí desde hace mucho. Se me estremecen los hombros cuando cierro los ojos y dejo la mente en blanco. Respiro hondo, haciendo aún la reverencia, y pensando en las palabras del Sensei. 

"Un guerrero sin perseverancia es como un árbol hueco. Se ve fuerte por fuera, pero cae con facilidad."

—¿Me estás escuchando?

Cuando guardo cuidadosamente la shinai, escuchando sus palabras a mis espaldas, suelta un resoplido. Parece molesto, aunque no consigo entender por qué quiere que participe en la competencia, después de todo, él y los demás siempre ganaban un montón de medallas, ¿no es por lo que competían?

—¿Por qué tres reverencias? —dice, de golpe, y eso llama mi atención.

Lo miro un momento y luego a nuestro alrededor. Normalmente no hay casi nadie cuando acabo con mi "momento íntimo" según las palabras de Santiago, y el silencio me atrae. A pesar de lo vacío que está el dojo ahora, aún soy capaz de sentir la energía impregnada en las paredes, el suelo cubierto de tatamis, la puerta corrediza abierta que dejaba entrar perfectamente la luz solar. El lugar parece uno de esos lienzos que el Sensei pinta, blanco y perfecto, listo para ser llenado con movimientos llenos de concentración y esfuerzo.

—Sebastian. —vuelvo la mirada a él —¿Por qué tres reverencias?

—Humildad, gratitud, y respeto. 

Hace una mueca muy grotesca, la misa que todos hacen cada vez que me ven, y bajo los hombros, dirigiéndome a mi mochila. Santiago vuelve a resoplar. 

—Bien, bien, bien. Sabes, escuché algo gracioso el otro día de Jack. —se peina la cresta que tiene en el cabello y medio sonríe, apoyando las manos en sus caderas. —Escuché que ganaste el campeonato nacional cuando tenías diez años, ¿Es verdad?

Quiero encogerme, pero no lo hago, debo concentrarme en lo que hago, así que me giro a él, y asiento con la cabeza. 

—¿Estás jodiendo? 

Frunzo el ceño. Qué grosero. 

—No. 

—Pero... —suelta una risa escandalosa, mirándome con grandes ojos —¡Cómo es posible que tú... hayas ganado algún campeonato, chico friki!

Pestañeo y lo miro, ignoro la negatividad que empieza a crecer en mi pecho y me encojo de hombros. Él no era nadie para juzgarme. Nadie lo era. Como sé que va a continuar burlándose, como siempre lo hace, guardo rápidamente mis cosas. Cuando miro la hora, abro mucho los ojos.

ᴛᴇ ᴅᴇꜱᴇᴏ ᴜɴ ʜᴏɢᴀʀWhere stories live. Discover now