Capítulo 2

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      —¿Por qué te obligas a pasar por este calvario?

—¿Qué calvario?

Sebastian abre ligeramente la boca, frunciendo las cejas.

—Hacen tres grados.

Bueno, tiene un punto.

Meto las manos en el bolsillo delantero de mi canguro y me aprieto al respaldo del banco, pero en lugar de resguardarme del viento siento algo helado apuñalándome en la espalda. La parada de autobús no es tan acogedora como se le ve a distancia. Está bien, no se ve acogedora desde ningún ángulo, pero debo verme más o menos a gusto, por lo que cruzo una rodilla sobre la otra y agito un poco la columna.

Parece que me estoy acomodando, pero no es verdad, lo hago para sacarme el escalofrío de encima.

—Me gusta el invierno. 

Siempre que no me mate, claro.

La ventana de su auto hace un sonido cuando la baja un poco más, ahora puedo ver su cabeza entera y el cuello alto de su suéter negro. Lo único que nos alumbra es el foco de la parada, pero la neblina es tan densa que debo entrecerrar los ojos para verlo bien.

—Son las seis de la mañana.

—Me propuse ser una persona madrugadora. —gira los hombros en mi dirección, enarcando una ceja. —Ya sabes, al que madruga Dios le da una mano.

—Dios lo ayuda.

—¿Eh?

Él suspira y me meto aún más en la capucha de mi abrigo negro, recordando tiempos mejores, cuando hace veinte minutos estaba debajo de mis frazadas.

Como Sebastian no dice nada, me quedo mirando el reflejo de mis deportivos blancos en su Torino GT negro, un cacharro viejísimo que compró en una subasta con la ayuda de papá. No tengo idea de cuánto dinero ha invertido en arreglos, pero cualquiera que fuese la mejoría, al siguiente mes tenía otro problema. Sin embargo, Sebastian lo amaba, siempre decía que los clásicos valían la pena. 

—¿Recuerdas que una de las críticas a Elizabeth Bennet es su orgullo?

Hago una mueca, mirándolo directamente a los ojos.

—¿Estás usando psicología con Orgullo y Prejuicio?

—Es tu libro favorito.

—Sebs, —es mi turno de hacer una mueca—Es libro favorito.

—Te gustó cuando te lo regalé.

—¿Cómo podría gustarme un libro donde el tipo que está enamorado de la protagonista se la pasa lloriqueando porque no la cree digna de él? Es...

—No te metas, —me interrumpe de golpe, acercando con violencia su cabellera negra a la ventana —Con Darcy.

Suelto un dramático suspiro, planteándome quién era el más raro de la familia. Papá, a quién su fanatismo por los discos de vinilo de rock and roll lo ha llevado a lugares realmente turbios para conseguirlos. Ian, quién cree que la energía de una persona y su horóscopo define su personalidad y no pisa las líneas de las baldosas, o Sebastian, que realmente tiene un serio problema con todo lo que hubiese escrito Jane Austin, y parece que necesita un curso intensivo de cómo hacer expresiones faciales.

Veo como agarra el volante con ambas manos y mira el techo del auto, tiene la expresión que pone cuando se le va la paciencia.

—En dos semanas comienza el invierno, el sol sube más tarde. —veo sus ojos negros y rasgados, medio ocultos por su abundante cabello en la ventanilla. Adquieren un tono serio, por lo tanto, hago como que estoy prestando atención y me lo quedo viendo —No hay nadie en las calles, y tendrás que esperar una hora en la nada a que abra la Universidad y te dejen entrar.

ᴛᴇ ᴅᴇꜱᴇᴏ ᴜɴ ʜᴏɢᴀʀWhere stories live. Discover now