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Ж Capítulo 17 - Hazlo Reign Ж

En cuanto Kara abrió la puerta del coche, después de sonreír y saludar al conductor, una ráfaga de viento frío entró en el vehículo, dejando a las dos personas dentro un poco tiritantes. Era casi la hora de comer, pronto acabaría el horario de visitas, así que debían darse un poco de prisa. Lena recogió primero a su amiga de maternidad, aprovechando para visitar al pequeño Ezra cogerlo en su regazo y colmarlo de besos, lo que provocó la risita del niño. El pequeño se quedaría con su padre, al fin y al cabo, en las salas de maternidad sólo se admiten niños a partir de los doce años. Lena ni siquiera conocía esa norma, nunca había estado en un lugar así.

"¡Julie!" Kara sonrió al ver a la morena "¿Cómo estás? ¿Cómo está la bebé? ¿Dónde está Ezra?" Se tapó la boca al darse cuenta de que había dicho demasiado. 

"Grace está bien, estamos bien" sonrió "Ezra se quedó con su padre y le encantó ver a su tía favorita" le guiñó un ojo a la directora general. "Al  parecer alguien le ha dicho que es mejor llevarse bien con su tía que con su madre." se rieron. 

"Te he echado de menos", le susurró Lena a la rubia, observando la forma casi infantil en que se recostaba en su hombro y entrelazaba su brazo con el suyo.

"Yo te he echado mucho, mucho de menos", le susurró ella, besándola rápidamente. Julie observó la escena con ternura, pues era difícil encontrar parejas tan cariñosas y afectuosas como ellas dos. Sin duda habían encontrado la una en la otra su ansiado final feliz. "¿Y cómo está la semilla?" Acarició el vientre de la morena, bajando la mirada. 

"Está... ay" frunció el ceño, llevándose una de las manos al vestido. "Uy, ha pataleado." 

La pequeña Danvers se rió. 

"Yo también te he echado de menos mi amorcito" le susurró a su hija. 

"Los bebés reconocen a sus padres" comentó Julie, "sobre todo sus voces. Es casi instantáneo, me pasa con mi marido e incluso con mi madre a veces. Pero con mi marido siempre sucede."

Kara sintió que sus mejillas se sonrojaban y no tuvo valor para mirar a su novia, pensando que podría ser demasiado para ella. Lizzie era su hija, su sangre, pero Lena aún no lo sabía, así que estaba asustada, esperando que la reacción no fuera buena. Por dentro, quería decir la verdad, quería ser sincera y asumir el riesgo que tendría que correr. Por supuesto, conocía a su amiga, no era ninguna novedad que Lena odiara las mentiras o los secretos, después de todo, siempre había habido muchos en su vida. Y muchos de ellos eran extremadamente fatales. Sin embargo, ella tenía miedo. ¿Y si la alejaba para siempre? ¿Y si no podía participar en los últimos meses de su embarazo? O algo peor.

¿Y si Lena realmente decidía entregar a Lizzie a otra familia? No habían tocado el tema en los últimos días, ni semanas. La directora general confesó que estaba cambiando de opinión, acostumbrándose a ser madre y a tener a su hija a su lado. Pero, ¿y si la verdad salía a la luz y se daba por vencida? ¿Cómo iba a aceptar que ella era la culpable de la pérdida de su hija? Nunca se lo perdonaría, nunca podría apoyar la cabeza en la almohada y dormir tranquila. Perdería a su hija, a su mejor amiga y, con ella, a casi toda su familia. No estaba preparada para eso y no quería estarlo. Era una realidad a la que, sin duda, no sobreviviría.

Sería peor, mil veces peor, que la destrucción de Krypton.

Las paredes del hospital estaban pintadas en su mayoría de blanco o azul cielo, pero en aquella pequeña zona especial, las paredes eran amarillas, rosas y verdes, todo en colores pastel. Había fotos de los turnos de los médicos repartidas por los pasillos, con varias enfermeras, técnicos y personal pasando de uno a otro en todo momento. El tenue olor a alcohol y jabón impregnaba todos los rincones, haciendo que la estancia resultara acogedora y maternal. Subieron por el ascensor, con dos bolsas de regalo en la mano, y recorrieron el sector de pisos. Se oían los llantos de muchos bebés, algunas puertas estaban abiertas y mostraban a familias conociendo a su nuevo miembro, riendo y felicitando a los padres.