Aislada

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Abrí los ojos al escuchar el timbre de la puerta. Me senté en la cama viendo cómo el sol comenzaba a llenar mi habitación.

-Ya voy. - Espeté antes de bostezar. - ¡Qué ya voy!- Grité levantándome de la cama algo molesta por el sonido repetitivo y persistente que se clavaba en mis oídos. Abrí la puerta de golpe mirando a los dos hombres ataviados con un mono azul que había tras ella.

-Buenos días, busco a la señorita Ayanami. - Dijo el más mayor de los dos, con cara redonda y sudorosa ampliando tanto su sonrisa que casi se hacía imposible ver sus ojos.

-Soy yo. - Contesté haciendo que ese hombre de cabellos canosos me mirara extrañado. - ¿Qué desean?- Me apresuré a decir evitando cualquier comentario por parte de aquel hombre.

-Hemos venido a instalar el gas. - Explicó brevemente volviendo a sonreírme. Suspiré buscando algún reloj alrededor. - ¿Ocurre algo?- Me preguntó haciendo que le mirara.

-No, no ocurre nada. - Sonreí tratando de mostrarme lo más gentil que podía. - ¿Podría decirme la hora?- El mayor asintió con un movimiento de cabeza seco y preciso.

-Las siete menos cuarto de la mañana. - Respondió mientras tomaba una carpeta con papeles que llevaba su compañero, poniéndola a mi alcance. -Tiene que firmar aquí como que hemos realizado la instalación. - Dijo entregándome la carpeta.

- ¿Tiene un bolígrafo?- Pregunté mientras tomaba los papeles, leyéndolos lentamente.

-Disculpe señorita, para firmar cualquier documento necesita de su hanko. -Me dijo el hombre algo desubicado.

-Claro.- Le contesté sonriendo, ocultando mis ganas de tirarme a su cuello. Me giré dejándoles en la puerta, buscando el sobre marrón que mi tío me entregó el día anterior. Lo abrí rebuscando en el interior el estuche del sello. Tomé la caja de madera marrón, acercándome de nuevo hasta ellos. La abrí tomando el cilindro negro brillante, abriendo la pequeña tapita donde se encontraba la tinta roja. -Aquí tiene. - Le dije una vez sellado el documento.

-Muchas gracias, señorita. - Respondió el hombre separando la hoja que había debajo. -Esta es su copia. Si tuviera algún problema llame al número de abajo y se lo solucionaremos enseguida. - Sentenció haciendo una leve reverencia. Incliné la cabeza antes de cerrar la puerta.

Entré en la habitación abriendo la maleta, buscando mi ordenador portátil en el interior. Me senté sobre la cama aún si hacer; lo abrí pulsando el botón de encendido.

-Perfecto...- Suspiré poniéndome nuevamente en pie, volviendo a rebuscar en la maleta para sacar el cargador. Me quedé de pie en el centro del cuarto, buscando con la mirada los enchufes en la parte baja de las paredes. El primero que vi se encontraba junto a la cama. Lo miré fijamente antes de posar mi vista sobre el cable que tenía en mis manos, volviendo mi vista de nuevo al enchufe. Las clavijas eran redondas y las patillas del enchufe planas. Me tumbé en la cama sin soltar el cable negro, dejando que el cansancio se apoderara de nuevo de mi.

Abrí los ojos sobresalta al escuchar el timbre de la puerta.

-Joder...-Me levanté rápidamente encaminándome a la entrada.

-Buenos días, prima. - La reluciente, amplia y desesperante sonrisa de mi primo apareció tras la lámina de madera.

- ¿Sabes la hora que es, Tokyo?- Pregunté mirándole con enojo.

-Las nueve en punto de la mañana. - Respondió alegremente entrando en casa con dos bolsas de papel marrón en las manos. Le miré extrañada. ¿Me había quedado dormida sin darme cuenta? -Mira a quién he traído. - Me dijo dándome la espalda, haciendo que mis ojos se desviaran a la puerta abierta. Ni siquiera dejé entrar en casa a aquella chica de reluciente cabello liso tan negro como la noche. -Amor de amigas; qué bonito. - Terció burlonamente parado en el umbral. El abrazo de Ume era una de esas cosas que recordaba como algo reconfortante y aún seguía siéndolo.

The crow girlWhere stories live. Discover now