Capítulo 5.- El Agua Moja

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Loki, observaba su hilo, se sentía frío a pesar de su cálido color. No sabía qué significaba, pero había algo en él, que le hacía sentir mejor. Todos parecían en paz cuando esa luz salía de ellos

—¿Joven Loki? —insistió Urd, haciendo aquellas señas.

—Lo siento, yo...—carraspeó al salir de su mente—. ¿Por qué me pregunta? Me imagino que ya deben saberlo —dijo desde la sinceridad, bastante intrigado.

—Sólo queremos saber qué tan honesto es, nosotros sabemos todo de ustedes —habló Verdandi, siendo la intérprete de Skuld ("Lo que es necesario que ocurra"), misma que usaba sus manos para comunicarse. Ella era el puente entre el pasado y futuro.

—Uh, sí...bueno. Pues, no...quiero que el mundo se destruya porque bueno, sí...resulta que yo vivo aquí, y si todo se destruye, yo también me muero, y no me quiero morir —intentó formular su respuesta con claro nerviosismo, balanceando sus brazos, sin dejar de ver a las brujas.

—Lo sé, son muy tiernos —dijo Verdandi, riendo un poco por las señas de su hermana. Las trillizas parecían felices de tener visitas que no fueran el viejo rancio de Odín.

—Hermanas, tenemos poco tiempo —habló Urd, cubriendo su boca, intentando no soltar ni una sola carcajada.

—¿Fallamos? —preguntó finalmente Loki, con una mueca tan afligida, que Verdandi y Skuld, agradecían que Urd no pudiese ver.

—¿Vamos a morir? —Se acercó Vernin, sin poder dejar de pensar en sus papás.

Los niños observaban al trio. Sus ojos intentaban no llenarse de lágrimas por el temor a lo que podrían responderles.

—Hay cosas que debían pasar. —Verdandi veía a Skuld, quien con suavidad movía sus manos, y ojos, al ritmo de esa lengua de señas. Intentaba expresar lo que ella transmitía a través de sus largos dedos—. El cómo tomamos o manejamos lo que debe pasar, para dibujar el futuro, depende de nosotros —dijo finalmente, sonriendo por las sabias palabras de su hermana.

—O sea que ya nos vamos a morir —respondió Vernin, haciendo llorar a todos los niños del lugar.

—La muerte no es tan mala, mi mamá les dará zapatitos muy bonitos para atravesar el puente de cristal, hacia el bosque de hierro. Aunque a veces los árboles pueden cortarte por lo filoso que es, y Hel está lleno de delincuentes, pero también hay gente buena, bueno, no sé. Nunca he atravesado las puertas.

—Gjöll, Vernin, cállense —gruñó Neo, ya bastante de malas.

—Niños...—intentó decir Urd, oyendo cómo esa intervención de la chica, se convertía en una discusión, donde todos hablaban al mismo tiempo.

—Díganme que mi futuro es bueno —suplicó Dahel, sentado en el suelo, harto de esta cosa que llamamos vida.

—Qué sorpresa escucharlo, joven Dahel —respondió Urd, soltando una risita.

Todos se percataron que hablaba con el Ave como si le conociera. Por primera vez en este viaje, los niños se callaban, para prestar atención.

—¿De dónde las conoces? —preguntó Neo, picándole la panza y haciéndolo rodar un poco.

Dahel se reincorporó aún atolondrado, poniéndose un poco bravo, pero lejos de dar miedo, causaba ternura con su plumaje esponjado.

—Eso es lo de menos —contestó Verdandi, quien cubría su boca, ocultando sus ganas de reír. Sabía lo sensible y enojón que era el ave.

—Como sea—gruñó Dahel todo esponjado, literal y metafóricamente—. ¿Nos pueden ayudar, para saber a dónde ir o qué hacer? Los pobladores me importan un cuerno —confesó el ave, dejando ver un poco de su naturaleza y pensamientos—. Pero no quiero que los animales, plantas, la verdadera creación, mueran.

Ragnarök: Las Voces del PasadoWhere stories live. Discover now