3 🏁 | La decisión de Gala

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𑁍 𑁍 𑁍

—Te he echado de menos esta mañana al ir a correr. —La voz de mi hermano me arrastró de vuelta a la realidad, puesto que llevaba varios minutos enfrascada en mis pensamientos, el café frente a mí habiendo consumido por completo el hielo, o ghiaccio, tal y como Aitor había pedido por mí al desconocer su traducción y la camarera no entenderme—. Más bien ganarte en nuestros sprints.

Nos encontrábamos en mi cafetería favorita en la ciudad, la de la Piazza della Vittoria, haciendo tiempo mientras esperábamos a Bruna. Ellos dos tenían una reserva en un restaurante no muy lejos de donde ella vivía, cerca de Cicero, en un par de horas. Era un perfecto cierre de aquella tarde de verano, con las calles atestadas de tanto turistas como locales, saciando sus bolsillos en los mercados de la urbe que todavía se mantenían abiertos y deleitándose con el final del sol de agosto pendiendo en el cielo sobre las casas de estilo veneciano.

Hice un mohín con los labios en su dirección, opuesta a divertida con sus palabras.

—Perdóname por no dejar que disfrutes de tu dosis cotidiana de humillar a tu única hermana.

—Disculpas aceptadas —respondió en mi mismo tono sarcástico. Le apunté con la cucharilla del café en señal de advertencia, aunque me callé los improperios que amenazaban con escurrirse de mis labios—. ¿Le has dado más vueltas a lo de Zaveri? Porque podrías vivir conmigo ahora que Flavio se va de Erasmus para su último año.

—¿De verdad me quieres como compañera de piso? —demandé, cuanto menos sorprendida. ¿No se acordaba de nuestros malentendidos en casa de nuestros padres?, ¿o tan solo procuraba que no me comiese la cabeza con todo lo que se avecinaría si aceptaba las prácticas, buscar alojamiento entre otras muchas cosas?

Aitor sorbió de su cerveza rubia italiana, una Menabrea La 150º. Cualquiera diría que nombraban hasta las bebidas como coches en el norte. Arrugué la nariz en su dirección, horrorizada de que pudiese gustarle el sabor de aquel alcohol.

Como dos gotas de agua, él y nuestra madre, en ese aspecto.

—Ya he anunciado en foros de la universidad que estoy a la caza de uno —comenzó a decir, limpiándose las comisuras de sus labios antes de atrapar con un palillo una de las aceitunas rebozadas que habíamos comandado—, y en grupos de Whatsapp que tengo de la universidad. Me han respondido algunas personas, pero no terminaban de convencerme.

—¿Has probado en Socialsthetic? —demandé en razón de la red social de moda—. Yo encontré así a mis dos compañeras en Guadalajara.

Aitor negó con la cabeza al tiempo que le traían su segunda birra.

—¿Por qué no habría de preferir vivir con mi hermana antes que con un desconocido? Imagina que me toca vivir con alguien que tiene turno en un hospital o en un centro de madrugada, y no puedo hacer ruido antes del mediodía. A Marcos le pasó el curso anterior, y terminó por preferir hacer tres cuartos de hora en tren cada día por no encontrar ningún apartamento en mitad de su tercer año de uni.

—Marcos es un pijo al que le tienes que dar todo con cucharadas —apostillé, en mis palabras hallando el desagrado con el que hablaba de uno de los amigos de Aitor. El mismo que le había roto el corazón a no una, ni dos, sino tres chicas de mi círculo—. Seguro que no encontraba nada porque buscaba pisos de quinientos metros cuadrados, con portero y terraza en la que montar su gimnasio para la vista de toda la urbanización.

—Ese no es el punto. —Mi hermano optó por ignorarme, arreándole un buen trago a su bebida.

—¿No? —Y no pude contener una risita solaz en mi voz—. Yo pensaba que ese era exactamente el punto; el karma devolviéndosela con estilo a Marcos Caballero.

Ai ajuns la finalul capitolelor publicate.

⏰ Ultima actualizare: Feb 20 ⏰

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