Anh sabe lo que significa, sigue derecho por el pasillo hasta llegar a la cocina, y cruza a la derecha otra vez, intentando hacer caso omiso del delicioso aroma tostado, paso de largo por el horno y la puerta abierta la recibe en el diminuto balcón que le ofrece una vista privilegiada del cielo oscureciéndose.

Es su lugar favorito. Se contiene para evitar dar saltitos de emoción y corre a la cocina para servirse, su mamá se encontraba cocinando y el delicioso olor flota en el ambiente. No se contiene al ver pollo salteado con vegetales y prosigue a servirse con rapidez. Su mamá hace lo mismo y ambas se dirigen con los platos hacia el balcón, y toman asiento. La primera pregunta, es una regular, una a la que ya se ha acostumbrado.

—¿Como conseguiste asistir ayer?

—Le dije que saldría con unos amigos. No se nego.

Y eso fue todo. Su mamá no le reprendió por mentirle. Ella sabía a la perfección en dónde había estado, se había encontrado con ella allí.

Siguieron conversando, sobre ideas, y como su semana transcurrió, sobre personas, amigos, temores, y le habló de un castaño que parecía querer desplazarla de su primer lugar. Su mamá soltó una risita. Por supuesto la última vez que eso sucedió fue en primaria, con su ahora mejor amigo Sebastián. Él ni siquiera se tomó en serio la competencia, en cambio ella sí.

Le gustaba por la adrenalina que fluía por sus venas, era algo parecido a un incentivo o impulso, al menos para ella funcionaba de esa forma, eso lo hacía emocionante, una prueba o reto para ver que tan comprometida se encontraba con sus metas. Le encantaba cada vez que eso sucedía. Lastima, no era tan a menudo.

Y ahora, no solo existia una competencia real, si no que además el chico parecía tomárselo personal, quizá en exceso.

Le daba igual, le agregaba más emoción a su vida.

Se quedó conversando por horas con su mamá, con las estrellas y la luna como testigos.

Hasta que llego la hora de dormir, las complicidades compartidas llegaron a su fin y ella se fue a su habitación.

Se sentía bien.

Y la sensación termina volviéndose extraña al volver a ti luego de mucho tiempo.

Sonríe observando el techo de su habitación.

Luz está sembrada para el justo y alegría para los rectos de corazón.
Salmos 97:11
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Anh se encontraba sentada en los bancos. Al frente, en una de las mesa a unos poco metros de donde ella estaba un grupo de estudiantes rodeaba a Joshua, atosigándolo de preguntas. Se impresionó dado que el castaño no parecía fatigado, al contrario, las respondía con una sonrisa y preguntaba de vuelta con interés, a pesar de ello todas las preguntas volvían a ser redirigidas hacia él.

Solo ella observó que la sonrisa no le llegaba a los ojos.

Solo ella observó que debajo de la mesa jugueteaba con sus dedos con frenesí.

Bostezó, eran normales, preguntas aburridas, algo típicas, Anh esperaba más originalidad, ya se encontraba harta de escuchar las respuestas, se levantó con la idea de irse y pasó cerca de la mesa para ir al otro lado del instituto.

Sus pasos se apresuran para pasar inadvertida y en ese instante Joshua se levanta de la mesa y usa alguna excusa que ella no alcanza a escuchar, lo que si nota, es que en cuanto el chico les da la espalda al grupo que con él se encontraba su radiante sonrisa desaparece por completo, dejando una expresión agotada.

La máscara se esfuma con tal rapidez que Anh apenas detectó el cambio entre una expresión y otra. Lo observa un instante más, ella nota que él no se percata de su presencia. Decide dejar de observar a Josh y mejor ir a al lugar que tenía previsto solo que por el rabillo del ojo capta un movimiento que se le hace imposible ignorar.

Sus manos tiemblan.

Aprieta los labios en una fina línea y verifica, esperando y deseando que sus ojos la traicionen ¿es eso? No puede tener razón.

El chico tiene una mano sobre la otra, en un esfuerzo por controlar los temblores que lo recorren.

Anh voltea hacia atrás, al observar que el grupo de la mesa no le está prestando la más mínima atención ni a Joshua ni a ella, lo sigue.

El chico toma una ruta y se refugia en un lugar que Anh conoce por que también es su lugar favorito por la privacidad que le otorga, es un banco oculto detrás de una pared color blanco. El banco se encuentra en una zona rodeada de pasto y le permite ver el cielo despejado, además que la pared le otorga sombra.

Perfecto para esconderse. Perfecto para tranquilizarse. Perfecto para que nadie note que te estás derrumbando.

Joshua se sienta dándole la espalda y le resulta más sencillo notar que sus piernas tiemblan al igual que sus manos, se acerca con cautela.

—¿Joshua?

El chico se sobresalta de inmediato al oír su nombre. No sabe si está llorando. Algo dentro de ella siente que se rompe en pedazos. El dolor que debe consumirlo hasta el punto de no poder contenerlo más y la desesperación de sacarlo en cualquier lugar.

—Lárgate.

Farfulla. Ella traga saliva. No va a dejarlo. Nadie merece atravesar solo eso.

Algo en la respiración de Joshua la alerta aún más. Su corazón se acelera y se retuerce de preocupación con cada respiración entrecortada mientras Joshua sigue ahogando sus propios sollozos y su respiración se vuelve más superficial, descontrolada, sin idea de cómo tranquilizarse. Su pierna se mueve de arriba a abajo de forma frenética.

—Respira.

Susurra, con voz calma. Es la primera vez que le cuesta tanto encontrar su propia voz, esa que sale con naturalidad cuándo necesita calmar a alguien. Lucha para que no parezca un chillido estrangulado por los nervios.

—Joshua, respira.

Anh no necesita verlo dos veces para reconocer un ataque de pánico.

—Vete.

Permanece en silencio por un momento.

—No pretendo perjudicarte. No te veré si no quieres que lo haga, sé lo horrible que se siente ser vulnerable, y está bien. Me quedaré aquí, si me lo permites.

No dice nada, se ahoga en sus propias respiraciones y cada vez se le dificulta más. Su corazón se comprime.

—Intenta respirar, Joshua.

—No...

Inhala, y exhala de forma audible.

—¿Puedes hacerlo conmigo? Inhala, y exhala.

A medida que lo dice respira con él. Lo repite, una y otra vez, y en algún punto sus respiraciones se sincronizan.

No sabe cuanto tiempo pasó, sus propias manos empezaron a temblar, respiró a medida que le seguía indicando a él que hiciera lo mismo.

En algún punto, nota que su respiración se encontraba más calma, el temblor disminuyó y parecía más controlado.

—¿Mejor?

Saca su termo de agua, y se lo tiende, sigue dándole la espalda, Él lo toma, saca el suyo y vierte el líquido en su propio termo antes de darle un sorbo. Luego le devuelve el termo a Anh.

Él asiente. Anh se retira hacia atrás, con sutileza, y antes de que el chico pueda recuperarse del todo se aleja en dirección al salón.

Para cuando él voltea, ella ya se ha ido.

Y lo único en lo que él puede pensar es en 3 cosas:

1-Ella ha logrado descubrir su farsa antes que él la suya.

2-Puede usar eso en su contra cuando quiera.

3-No pudo agradecerle.

Y la tercera es la que más le pesa en estos momentos.

Colisión Where stories live. Discover now