Capítulo 4

3.7K 278 113
                                    

Remember When - Wallows

No podía dejar de girar en la cama, con la almohada pegado a mi estómago y el sudor parecía cubrir mi rostro. No me sentía bien, creí que en cualquier momento los cuadros sobre mi cama caerían y me golpearían el rostro.

—Si quieres vomitar, por favor, no lo hagas en mi lado—me pidió Leandro, después se miró en el espejo y revisó el pequeño reloj sobre la ventana—. Seguro te mejoras, ya me voy.

Me quejé y volví a girar en la cama. Me dolía el estómago y hacía que el escalofrío baje a mis genitales. Era un dolor extrañamente incómodo, como si en cualquier momento me pudiera desmayar o mi pene saldría volando.

—Te traeré medicina... bueno, eso tendrá que esperar. Saldré con una chica, tal vez llegue tarde.

Empecé a toser y mi saliva se sintió agria.

—Si vengo con ella—continuó—, por favor, no hagas ruido. No quiero que se asuste. Es muy bonita...

—No quiero a nadie aquí—me quejé con la voz demasiado ronca—. Por favor.

—Lo lamento, Cárter. Un culo es un culo. Seré silencioso...

—Leandro...

—Ya dije. Si vengo con ella quédate en silencio y después te compro medicina.

Empecé a toser con toda mi fuerza y mi cuerpo se sintió adormecido, incluyendo mis geniales. No lo sabía, pero ese era el dolor más horrible que un hombre podía sentir cuando la enfermedad incluía escalofríos.

—No exageres, Cárter. Nadie se muere por dolor de estómago y escalofríos. ¿Sabes lo que es tener una reacción y no atenderla? Eso, querido amigo, si es el verdadero dolor.

—Mejor cállate y no traigas a nadie aquí...

—Lo lamento—se disculpó y tomó el peluche de duende que Dagen me había regalado—. ¿Me regalas esto?

Arrugué la comisura de la nariz y me levanté de la cama. Le quité de las manos el peluche y lo tiré a mi cama, junto a mi almohada. Aunque el peluche me daba miedo, saber que era un regalo le daba ese toque caucásico que necesitaba para ser más agradable y menos verde.

—Solo podías decirme que no y ya.

Volví a la cama y empecé a toser, pero mi cubrí la boca con la almohada.

—No lo toques, es un regalo—le dije cuando dejé de toser, pero mi voz salió extraña.

—Claro, un regalo. ¿Desde cuándo regalar duendes verdes en su buen regalo?

—¿Y tú para qué lo quieres? —quise saber.

—Últimamente las mujeres son muy... raras. Ya sabes, no está de más meterme un peluche a los brazos para parecer más... ejercitado.

—Mejor ve al gimnasio y deja mis cosas tranquilas.

Me miró mal, pero después su móvil sonó y lo revisó. Aunque ya tenía el rostro molesto, después de ver su móvil se volvió aún más molesto. Levantó la mirada y me mostró una sonrisa fingida.

—Bueno, Cárter, como soy tu amigo, no traeré a ninguna chica. Solo por ti.

Quería reírme, pero mi estómago dolía y un escalofrío se mantenía vivo en mi cuerpo.

—No me digas, te rechazó—le molesté.

—¡Claro que no! —Su mirada pasó al peluche a mi lado y sonrió con malicia—. Bueno, ya pasó tres días desde tu salida con ese Dagen Cardi. Quiero detalles.

El sol que me dasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora