Capítulo 3

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Eventually - Tame Impala

—No te olvides los cigarros.

Me puse mi chamarra negra y miré a Leandro, sin entender para qué me pedía eso.

—¿Para qué llevaría cigarros? —le pregunté mientras metía mi billetera al bolsillo de mis vaqueros negros.

—Eso siempre ayuda, Cárter. Cuando salgo con una chica siempre llevo cigarros porque si no surge la conversación, al menos podré llevarme algo a la boca para pasar el rato. Además, te hace ver malo.

Me reí y tiré un libro que estaba sobre la cama al piso. Pasé al espejo de pie que estaba al centro y me miré, por unos segundos porque odiaba mirarme por mucho tiempo. Sabía que mirarse por mucho tiempo en el espejo era sinónimo de vanidad.

Y odiaba mostrarme así frente a otros hombres, aunque este fuera Leandro.

—No voy a llevar cigarros, sería... raro que su único propósito sea el de ayuda por si sale mal.

Se levantó de la cama y pasó por mi lado, con esa silenciosa y violenta forma de juzgar. Era como recibir un puñete, pero amistoso.

Antes de salir, se detuvo en la puerta y apoyó ambas manos en la manija.

—Si quieres pueden venir aquí esta noche, ya sabes para qué. Yo saldré con una gatita y estaré ocupado rompiendo su cama.

Puse cara de asco y aparté sus manos de la manija.

—No traeré a Dagen aquí—le aseguré enfurruñado.

—Pásenla bien—ignoró mis palabras anteriores, movió el pelvis y los brazos mientras hacía muecas sugerentes—. Solo no hagan ruido que nuestro vecino de pasillo es un mari...

Cerré la puerta de un golpe y me di la vuelta.

—¡Usen condón!

Concentré toda mi atención en el espejo. No era un chico que le daba mucha atención a como se veía, lo que más me importaba era el ejercicio y tener un abrigo para el frío. Pero saber que saldría con un chico como Dagen Cardi, me dejó nervioso aunque no debía. Ya lo había visto más de una vez, pero habían sido en pequeños momentos que se resumían a palabras que después de una hora olvidábamos.

Metí la billetera a mi bolsillo y me senté en los pies de la cama, esperando una llamada o algo que me haga saber que debía de bajar. Pero los minutos pasaban y no había nada.

Por un momento creí que me había dejado, pero después mi móvil saltó con muchas notificaciones. Dagen Cardi, desde su perfil que solo tenía su foto, pero no tenía imágenes o información, bombardeó mis fotos con repetidos me gustas.

No dejaba de hacerlo y cuando cargaba la página, más corazón aparecían y se perdían para después volver a aparecer.

Bloqueé el móvil y miré por la ventana. La calle que quedaba a mi ventana estaba iluminada por una pálida farola de luz amarillenta. Y, en la esquina, estaba un auto negro y pude ver a Dagen Cardi sentado en el capo.

Levantó la mirada y me miró con los ojos entornados. Volvió a bajar la mirada y me mandó un mensaje directo.

Dagen Cardi: No piensas bajar, ¿Cárter? ¿Tengo que bajarte en mis brazos? No me quejo si es así.

Me aparté de la ventana y bajé lo más rápido que pude, mientras guardaba el móvil en el bolsillo. Cuando llegué la parte baja, saludé al guardia de seguridad que poco a poco se dormía.

El aire de las calles se sentía frío, pero con ese indicio de que por la tarde había un agradable sol. Como si las hojas secas y amarillentas pudieran guardar ese calor del cielo ya escondido.

El sol que me dasWhere stories live. Discover now