Capítulo 2

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Future Islands - Balance

Mi móvil no dejaba de vibrar mientras escribía sobre el papel, pensando cada una de las respuestas. Había cien preguntas, tres incisos para cada una y una hora para resolverla.

Era injusto y poco humano.

Las campanas sonaron y el profesor ordenó guardar los exámenes en un folder color café sobre los pupitres. Cuando la dejé, supliqué al papel que cada una de las respuestas estén bien.

Me levanté de las butacas y tiré mi mochila a la espalda, recorriendo con la mirada la fila de pupitres debajo de mí.

—Ya es hora—insistió el profesor, golpeando su antebrazo y mirando a los chicos que aún garabateaban sus exámenes—. Todos, salgan y pídanle a sus Dioses que hayan aprobado.

—¡Soy atea! —le dijo una chica, levantando la voz mientras salía.

—Espero que digas lo mismo cuando esté revisando tú examen.

Salí del aula, sintiendo mis pies vibrar. Fui directo al ascensor y apreté el botón de la primera planta. Cuando llegué a la primera planta, caminé por los pasillos hasta la salida. Encontré a Leandro hablando con dos chicas, apoyando una mano en la barandilla que se extendían por las gradas de ingreso.

Antes de dar un paso, sentí las hojas secas y desvaídas que cubrían las gradas color gris. Apoyé las manos en la barandilla de las últimas gradas, tomando un fuerte impulso para dar un salto y pasar mi mano por la cintura de Leandro.

Me apartó de un empujón y me sonrió con altanería.

—Ya saliste—me dijo y, después de mirarme, miró a las chicas delante de él—. Este es Cárter David, un amigo. Es gay. En la fiesta de hace una semana casi le come la boca a un chico.

Le puse mala cara y me atoré con la saliva.

—Pudiste omitir esa parte—le dijo una chica de cabello rubio oscuro, con delgadas trenzas en la parte delantera—. Qué incómodo que digas eso frente a unas extrañas—le regañó, después me miró con los labios curvados—. No te vamos a juzgar.

Llevé mi mano a los labios, limpié la saliva que se escapó y asentí dudoso.

—¿Gracias?

Leandro sonrió de lado y, levantando el brazo, apoyó su codo a mi hombro. Si movía el hombro, su brazo caería y su cuerpo le seguiría.

—No quiero repetir la escena de la fiesta—le pedí a Leandro, en voz baja mientras veía a las chicas hablar entre ellas.

—¿No quieres besar a un chico? —Quiso mover su codo, golpeándome la barbilla, pero lo moví y lo aparté.

Suspiré y asentí, señalando con los ojos el camino al campus principal. Leandro asintió y me guiñó un ojo, volviendo a adoptar la actitud de guapo frente a las chicas.

—Adiós, Cárter—se despidió una de las chicas, sonando amable.

Levanté la mano y la llevé a mi frente, despidiéndome aunque había estado ahí unos minutos.

Bajo el dorado de las frondosas arboledas, el campus universitario se veía amarillento con manchas naranjadas. El aroma a tierra húmeda y la brisa cálida danzaban entre los imponentes edificios académicos de grandes bloques de piedra, mientras estudiantes absortos caminan por avenidas bordeadas de álamos.

Me senté en una banqueta de madera, conecté los auriculares al móvil y encendí la música. Tomé mis cuadernos, suspirando del aburrimiento que todavía no había iniciado y leí los apuntes.

El sol que me dasWhere stories live. Discover now