➤ 𝐎𝐜𝐡𝐨.

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Birmingham, 1919,
Inglaterra.

LOS RAYOS CÁLIDOS DE SOL se colaban por la ventana en la habitación de Alexander y se posaban en el pecho desnudo del mismo. La mirada de la joven se dirigió hacia su rostro tranquilo observando sus facciones masculinas que se marcaban de una manera tan armoniosa. Esos labios gruesos que tanto le gustaba besar, sus largas y envidiables pestañas, su nariz tan bien proporcionada, ni muy grande ni muy pequeña y unas cejas pobladas.

Se preguntaba cómo era posible que un chico tan hermoso se haya fijado en ella. Estaba segura de que no fue la primera mujer en su vida ni la primera en quitarle su virginidad. Hay algo que la hacía cuestionarse el amor de Alexander hacia ella, sabía que si hubo una mujer antes que ella, no sería fácil de superar y menos si fue la primera en enamorarlo, la primera en quitarle su virginidad, la primera en besarlo, iba a tener un peso emocional bastante fuerte en su pareja.

Pronto un montón de sentimientos negativos se apoderaron de la mujer, odiaba sentir que en algún momento de su vida él se iría porque era demasiado bueno para ser verdad. Él era un chico fiel, atento, sin miedo a demostrarle su amor, algo poco común en los hombres de ésta época que en lo único que estaban interesados en demostrar eran sus insaciables ganas de tener sexo.

Para ellos, el sexo era un momento íntimo. Compartían emociones y conectaban el uno para el otro de esa forma, pero en un espacio reducido como lo era la cama de alguno de los dos.
Shayne se sentía bien al tener un hombre como él, creía que haberse cruzado con él fue cosa del destino. Conectaban de muchas maneras y eso le daba un alivio mental a la hora que los pensamientos negativos carcomían la cabeza de la pobre muchacha.

El pequeño reloj que funcionaba como alarma sonó inundando el silencio de la habitación del alemán y devolviendo a Shayne a la realidad. El joven abrió los ojos con cautela buscando acostumbrarse a los fuertes rayos de sol que llenaban su habitación, un bostezo salió de su boca y abrió los ojos completamente.

A diferencia de su novia, Alexander siempre despertaba de buen humor por las mañanas, a pesar de llevar una miserable vida y un sueldo mezquino, era feliz con lo poco que tenía. Shayne de lo contrario, amanecía con un humor de perros y si bien su vida iba mejorando en lo económico, no era feliz y contar las razones estaba demás.

La voz de Alexander retumbó en sus oídos con un "buen día, cielo" que logró sacar una sonrisa a ese rostro que denotaba molestia.

— Buen día, cariño. — la Shelby estiró sus labios en una cálida sonrisa.

— ¿Qué tal has dormido? — el joven se levantó de la cama largando un bufido, caminó descalzo por la habitación hasta dar con el armario. Su traje de trabajo que Tommy le había obsequiado estaba allí así que lo sacó limpiando el polvo que se había amontonado.

— Bastante bien a decir verdad. ¿Tú? — Shayne igualmente se levantó pero fue hacia la silla que se encontraba a unos pasos de la cama, en la esquina de la habitación precisamente, y tomó su vestido bordó.

— También he dormido bastante bien.

Ambos se colocaron su ropa en silencio y cuando estuvieron listos, salieron de la habitación sintiendo una oleada de frío golpear chocar contra sus cuerpos. Dentro de la habitación había un calor corporal que ellos mismos habían ocasionado en la madrugada.

— Oh, buenos días. — Kristine saludó a los muchachos, dejando la tetera sobre la mesa. — ¿Quieren algo de desayunar? Hay tostadas y mermelada.

— ¿Tú quieres, cariño?

Shayne veía apetecible tomar un buen té junto a unas tostadas con mermelada, así que asintió mientras se sentaba en uno de los asientos cerca al caldero sintiendo un leve calor.
Kristine sirvió una taza de té a cada uno y untó mermelada en las tostadas, disfrutando de la compañía de su hijo y su nuera.

𝗟𝗔 𝗢𝗧𝗥𝗔 𝗠𝗨𝗝𝗘𝗥 ━ 𝗉𝖾𝖺𝗄𝗒 𝖻𝗅𝗂𝗇𝖽𝖾𝗋𝗌.Where stories live. Discover now