Consagración

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    Las luces que iluminaban a Syrindel parecían no dormir jamás

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    Las luces que iluminaban a Syrindel parecían no dormir jamás. Las personas siempre recorrían las calles empedradas sin importar la hora y el bullicio era tal que, si se prestaba atención, a veces podía escucharse desde el palacio como si fuera la propia respiración de la ciudad; pero no esa noche.

    Esa noche la capital no tenía voz y aun cuando las pequeñas llamas se agitaban en los faroles, las calles eran desiertos y la negrura se había impregnado en las paredes de cada hogar myridio. Abrí el pequeño ventanal y alcé la mirada hacia ese manto estrellado, carente de luna; incluso el aire se había vuelto más denso y todo se debía a los vientos que provenían del oeste, empapados del miedo a la guerra. Eso era lo que tenía sometida a mi gente, la ansiedad y ese futuro incierto; los mismos miedos que gobernaron mi corazón hasta un par de horas atrás, cuando decidí dejarlos encerrados en el palacio porque esa noche era de concesión.

Me llevé la mano al pecho y, por primera vez en semanas, pude sentir bajo las yemas de los dedos un palpitar pacífico, así como mi respiración. El espacio dejado por los temores y las dudas se había llenado de luz, de calidez, de paz; todo por ella y por el juramento que estaba por hacer ante los dioses.

    La puerta a mi espalda se abrió y al girarme descubrí a mi hermana que entraba en la frugal habitación. A pesar del rojo flameante de su vestido, la inocencia de Brianna seguía indemne en su candorosa sonrisa y en sus ojos siempre gentiles.

    Se dio el tiempo de observarme de arriba abajo un par de veces en cuanto sus pies me alcanzaron, entonces la delicada risa ondeó entre las paredes de piedra blanca que nos rodeaban.

    ―Me hubiera gustado verte nervioso por al menos una vez en tu vida.

    Volví la mirada al cielo y sonreí.

    ―Nunca he estado tan seguro de algo: ella es mi destino.
    ―¿Sabías que la luna nueva es la luna de los nuevos comienzos? ―Sus ojos no habían buscado los puntos brillantes como esperaba; contrario a eso, me sonreía a mí―. Muchos la malinterpretan, pero esta fase en realidad simboliza la esperanza, el renacimiento y la renovación. La luna se alinea con el sol, así como lo hace el hombre y la mujer. ―Poco a poco fue ladeando la comisura izquierda―. ¿Por eso escogiste este día para la boda?
    
    La risa brotó sin remedio porque, solo en momentos así, Brim sacaba a relucir el parecido conmigo. 

    ―Querida ahijada, ¿en verdad crees que tu hermano es tan romántico? ―Una flemática voz interrumpió.

Nuestro tío abandonó el soporte de la puerta al saberse observado y solo cuando terminó de sacudir el inexistente polvo de su traje escarlata, decidió acercarse. Frente a mí, la perspicacia de sus ojos añiles se desdibujó hasta dejar en su lugar un destello tunante como el que solía mostrar su hijo mayor.

―Estamos aquí hoy porque fue la única opción que le di a su alteza para llevar a cabo esta locura.

La viveza se apoderó de mi expresión al tiempo que me cruzaba de brazos.

La princesa del AlbaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum