#17: La Torre

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Mamá condujo todo el camino en silencio

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Mamá condujo todo el camino en silencio.

En general eso no ocurría, pero últimamente pasaba cada vez más a menudo. Aunque no lo habría admitido en voz alta, lo prefería ante su cháchara incesante en la que solo despotricaba sobre todo lo que le parecía incorrecto o inmoral, sin embargo, esa tarde me la pasé mirando de reojo el rosario que colgaba del espejo retrovisor intentando no ahogarme con el remordimiento. Hacía mucho tiempo que había decidido que no creía en nada, pero eso no era del todo cierto: creía en salirse del camino y en la vergüenza. Creía en la culpa que venía con absolutamente todas mis horas de sueño y, ahora, con las de vigilia. No tenía tanto que ver con ser lesbiana —mamá evitaba hablar de temas 'extremadamente complicados' por lo que no había conseguido arruinarlo del todo para mí—, sino más con estar mintiéndole a la cara. No me sabía bien esconderle lo que hacía en las horas muertas en la universidad, y me sentía mortificada de haber dejado el edificio y haberme saltado una clase para salir con tres chicas que representaban todo lo que odiaba. Era su ceño fruncido el que veía en el rostro plástico colgado en la cruz.

De alguna forma, ella era mi Dios; la única que podía expiar mis pecados.

No dijo nada tampoco cuando llegamos a casa ni cuando sacó mi silla de ruedas de la maleta y la puso junto a mí para que me subiera. Yo tampoco abrí la boca cuando, ignorando que lo detestaba, me empujó por su cuenta hasta el interior de la casa. El ambiente estaba tenso, tanto que no podía pensar en nada más que en el hecho de que por fuerza tenía que saber lo que había hecho. Si no, ¿por qué tratarme de esa manera?

—¿Cómo van las clases? —me preguntó mientras ponía a hervir agua.

Tragué saliva. Lo sabía.

—Bien —contesté con una seguridad que no sentía—. Interesantes, he aprendido muchas cosas.

Me mordí la lengua para no agradecerle que me permitiera estudiar. Ya habíamos pasado por esa etapa tortuosa y si bien era cierto que sentía gratitud, sabía que no podía caer en su juego de hacerme sentir en deuda por cosas que ni siquiera debería haber estado pidiendo en primer lugar.

—¿Interesantes, ah? —dijo sin voltearse. Yo no me había movido del centro de la sala—. Si son tan interesantes, ¿de dónde sacas tiempo para ponerte a jugar al salón de belleza?

Suspiré. Conque solo era eso.

—Fue entre clases. Durante el almuerzo —apuré. Lo último que necesitaba era que relacionara mi tiempo libre con cosas negativas—. Estábamos descansando, nada más.

—¿Estábamos?

—Mis amigas y yo —dije, y me di cuenta de que no estaba mintiendo—. Mamá, estoy bien, de verdad, solo estábamos jugando.

—No me gusta que hagas estas cosas —me reprendió, pero su tono se había suavizado—. Todavía eres muy joven.

Ya era una adulta, pero no se lo dije. No me escucharía en cualquier caso.

BuenaventuraWhere stories live. Discover now