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Enzo

La extrañaba. La extrañaba mucho.

De alguna u otra manera, mi impulsividad me había vuelto a ganar y cuando más cerca la quise de mi, más la alejé. A veces me preguntaba cómo alguien podía ser tan pelotudo, después solo me quedaba mirarme en el espejo y obtener mi respuesta.

—¿Van a seguir sin hablarme? —pregunté mirándolos a los cuatro.

Los entendía, Sol era una persona demasiado querible y por sobre todo, buena. Había sido un golpe bajo para ellos que se haya ido sin que yo la deje despedirse, lo peor era que ni siquiera me sabía su dirección para ir a verla y pedirle de rodillas que vuelva, y en la agencia no me querían dar sus datos.

Y la necesitaba.

Porque Sol es ese tipo de chica que no podés dejar ir, es esa linda coincidencia que sabés que no vas a tener chance de volver a repetir. Es ese tipo de chica que ilumina hasta la parte más oscura de la sala y en el momento en que la ví por primera vez, supe que nunca iba a ser el mismo.

Cada vez que estaba con ella me sentía como un adolescente, porque ella es ese tipo de chica que nunca va a huir a menos que sepa que de verdad se tiene que ir. Es como ver un atardecer eterno con los colores más vibrantes y lindos, y su sonrisa... Su sonrisa es como volver a tu infancia en un día de vacaciones y estar jugando en el agua con una puesta de sol.

Porque Sol es ese tipo de chicas que podrían cambiar hasta a la persona más horrible, que podría enamorar hasta a la persona más dura. No sabía cómo, pero lo hizo conmigo, después de perder a Valentina no tenía tiempo o ganas para estar con nadie más. Hasta que la ví a ella, fue como ver un solcito bajar a la tierra y abrazar tu alma con su propio calor.

—¿Vos escuchaste algo, Ju? —habló el dibu ignorandome, Julián tenía una tostada en su boca y lo miró sin entender.

—¿No?

Continuaron comiendo sin dirigirme la palabra, ellos eran los únicos que lo hacían porque eran los únicos que sabían lo que hice. Y los entendía, yo actuaría de la misma forma.

Ví como los cuatro se levantaban de la mesa, Leandro con una medialuna, Paulo hablando por videollamada con Oriana y el dibu en llamada con sus hijos. Julián solo me vió, y con esa mirada sentí que había perdido a mi mejor amigo.

—Che ju, ¿Podemos hablar? —me adelanté antes de que los demás intervinieran, y lo estiré del brazo hasta que estuvimos solos.

—¿Qué querés, Enzo?

Suspiré.

—Le voy a pedir a Sol que vuelva, y quiero que me ayudes.

Julián bajó la mirada pensativo durante unos segundos que para mí fueron una eternidad, después la subió y la ansiedad me invadió por completo.

—No —soltó.

Lo miré confundido, sabía que la vuelta de Sol significaba para él lo mismo que para mí. Así que no entendí el porqué, pensé que los dos queríamos lo mismo.

—¿No?, ¿Por qué?

—Porque Sol no es un juguete Anti estrés al que podés tirar por ahí y después volver a agarrarlo como si nada —frunció el ceño—. No te voy a ayudar, vos la lastimaste así que si querés que te perdone y vuelva, hacelo por tu propia cuenta.

Se dió media vuelta para irse y dió solo tres pasos contados cuando ví que se dió vuelta y retrocedió en sus pasos.

—Y te dejo una sola cosa clara. Si Sol vuelve, voy a pelear por ella —añadió, dejándome helado—. Me cansé de ser siempre el que arregla tus cagadas, y sé que Sol es la chica a la que no quiero perder. Ya me había hecho el boludo y me hice a un costado para que estés con ella porque pensé que le gustabas, pero después de la cagada que te mandaste, el Julián boludo se terminó.

Y esta vez, sí se fue dejándome con la palabra en la boca.

Quise decirle que lo entendía, que sabía lo que Sol provocaba en la gente porque yo también lo sentía. Quería decirle que tenía razón y que fui tremendo gil con los dos, que si Sol lo elegía a él yo no iba a hacer nada. Pero no lo hice, no le dije nada y dejé que se fuera, como lo hacía últimamente.

Entonces supe que de verdad amaba a Sol, que la amaba más de lo que incluso me amaba a mi y que la iba a poner por encima de todo. Que me iba a conformar con tenerla cerca aunque no quisiera estar conmigo, aunque no me eligiera a mi.

Mi teléfono vibró y sin evitarlo esbocé una sonrisa.

—Hola Jaz, ¿Cómo están?, ¿Cómo está mi princesa?

Escuché un silencio del otro lado de la línea y sentí una angustia en el medio del pecho, como un mal presentimiento.

—Estamos en el hospital.

Y ahí sentí cómo dejaba de respirar, deseé que le hubiera pasado algo a Jazmin y no a mi hija.

—¿Qué pasó?

—Oli se ahogó con una moneda, pero ya está bien. Está muy asustada, te quiere ver.

—Ya voy.

No pude evitar pensar que había sido mi culpa por contratar a Jazmin y despedir a Sol, sabía que si ella se hubiera quedado nada de esto hubiera pasado. Mi bebé no habría pasado por ese susto espantoso, porque Sol sí la cuidaba bien, Sol estaba pendiente a ella todo el tiempo, tenía ese instinto maternal con el que se había ganado el corazón de Olivia.

Definitivamente iba a despedir a Jazmin, esto era algo que no podía dejar pasar y por ninguna situación en el mundo pondría en riesgo la vida de mi hija con una persona que ni siquiera le prestaba la suficiente atención.

Me sentí mal, tal vez si yo no tuviera que entrenar tanto y fuese el que la cuide, tampoco nada de esto hubiera pasado.

Mis manos temblaban en el volante y me había pasado como dos semáforos en rojo, iba centrado en llegar lo más rápido que pudiera para ver a mi hija.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Where stories live. Discover now