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Abrí mis ojos con sorpresa, estábamos frente a una feria divina. Habían puestos para todo, logré divisar algunos puestos de libros, discos, camisetas de fútbol, comida.

—¡Que lindo! —di un saltito alegre y pude ver como Enzo sonreía.

Pasó un brazo por encima de mis hombros y con el otro se aferró a su hija, señalando la feria con poco asombro, a comparación de mi.

—Sabia que te iba a gustar, es muy...vos.

—¿Muy yo? —enarqué una ceja, confundida.

—Muy alegre. Transmite mucha paz y es muy lindo.

Sonreí y decidí no decir nada más. Inspeccione una vez más el lugar con una enorme sonrisa y mi vista viajo a unos patitos en el agua, conocía ese juego y lo amaba.

Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, agarré de la mano a Enzo y empecé a correr hacia el estanque de patitos. El ex river reía divertido mientras me seguía y hacía reír a Oli también.

—¡Ahora vas a ver que gano! —le dije a Enzo contenta y saqué un billete de mi bolsillo.

—Ahora entiendo por qué le gustas tanto —murmuró, pero llegué a escucharlo y frunci el ceño.

—¿Eh?, ¿A quién?

—A Oli, le encantas como niñera —habló algo atropellado y asentí, no muy convencida.

Empecé a dispararle a los patitos y le di a cuatro de seis, ganandome un peluche de patito que contenta, le di a Olivia y seguimos caminando.

—¿Querés caramelos? —preguntó el ex river, captando la mirada que le dirigí al puesto de dulces.

—No, nomás estaba viendo si tienen caramelitos de la selva.

—¡Yo tengo! En el plantel tengo como cinco bolsas encanutadas —confesó cual niño confiesa una travesura—. Si querés, mañana voy a tu hotel y te llevo una. De paso pasamos el día juntos, va, digo por Oli. Pero si no querés está...

—Me parece perfecto —respondí rápido, con una media sonrisa—. Podemos ver alguna peli con la beba, o hacer algo.

—Me encantaría. Entonces mañana, señoritas, ustedes tienen una cita con este simple sujeto.

De todos modos, fue su turno de estirar mi brazo y me dirigió hasta el puesto de golosinas. Me empezó a golpear las costillas emocionado y agarró un canastito para llenarlo de golosinas, tenían nombres y formas extraños pero como el envoltorio era lindo, él los compraba.

—¡Yo pago! —me adelante dando saltitos, pero él me agarró de la cintura y me hizo dar una vuelta para alejarme.

—Ni en pedo. Pago yo.

Oli salió corriendo con un paquete de oreos rosadas y tuve que correr atrás de ella mientras la escuchaba reír a carcajadas, cuando llegue a atraparla, grito tan fuerte que me hizo doler los oídos y después empezó a reírse. Haciéndome reír a mi también, y hasta escuché la risa de su padre atrás.

—¡Caballito! —Oli señaló una de las calesitas.

La agarré entre mis brazos y salí a correr mientras Enzo nos perseguía y los tres reíamos, no pasó mucho tiempo hasta que él nos alcanzó y recordé que era futbolista. Y yo pensando que le podía llegar a ganar una carrera.

—Vamos a subirnos nosotros también —empujé a Enzo por los hombros cuando subió a Oli, y lo ví arrugar su nariz con disgusto.

—Ni loco, vos me querés hacer pasar vergüenza a mi.

Dalee. Va a ser divertido, ¿O no te da?

—Sí que me da —se cruzó de brazos ofendido, y reprimi una sonrisa.

Me subí a un caballito rosado y él se subió a uno negro, los dos estábamos a los costados de Oli, que había elegido uno blancos. Pensé que iba a pasar el chico que tenía la argollita para ganar una vuelta gratis, pero supongo que eso solo lo hacen en Argentina, porque no pasó nadie.

Pero la pasamos bastante bien, la gente nos miraba raro y eso solo nos hacía reír.

—Ahora sí vamos a comer, que tengo hambre —se quejó Enzo, frotándose la panza con cara de sufrido.

—Bueno dale vamos, que esta beba ya está cansada —señalé a Oli, quien se frotaba los ojitos mientras me agarraba de la mano y caminábamos por las bellas calles de Doha.

Quisimos buscar algún puesto de comida típica, pero nos causaba bastante desconfianza ver los animales vivos ahí mismo así que terminamos sentados en la vereda de una tienda, comiendo hamburguesas y viendo el cielo.

—Mira Oli, esa tiene forma de carita feliz —señalé al cielo, donde varias estrellas dibujaban una carita.

—¡Esa parece una pelota de fútbol!

—Yo ahí veo una flor, Enzo.

—¡Carita! —Olivia señaló con su dedito índice y los dos dejamos de discutir para estar en acuerdo con ella.

Cuando la bebé frotó de nuevo sus ojos y me buscó con sus manitos para acurrucarse, Enzo levantó la hamburguesa de su hija y me estiró la mano para ayudarme a levantar.

—Supongo que tengo que ser caballeroso y llevarlas a su mirada —bromeó y asentí con la cabeza.

El viaje fue bastante silencioso, esta vez llevé a Oli adelante conmigo porque se había quedado dormida en mis brazos y a pesar de que Enzo insistió en que estaría más cómoda sin ella, me negué.

—Dame, te ayudo.

El morocho agarró a su hija y yo agarré las bolsas, los dos fuimos hasta nuestra habitación y dejo a Oli en mi cama. Caminó de vuelta hacia la puerta sin decir nada y yo caminé atrás de él, para acompañarlo.

—Nunca me había divertido tanto, y de una forma tan extraña como hoy —habló él, rascando su nuca.

—Me divertí mucho, y estoy segura de que Oli también. 

Paso una mano por mi mejilla con suavidad y coloco un mechón de cabello por detrás de mi oreja, pero en ningún momento aparto su mano de mi cara.

—Sos muy linda, ¿Alguna vez te lo dije?

—Enzo...

—Sí ya sé, perdón —soltó una risita y guardo su mano dentro de su bolsillo—, ¿Te veo mañana?

—Nos vemos mañana.

—Hasta mañana, linda.

Cuando se dió media vuelta y empezó a alejarse, una punzada de curiosidad invadió mi pecho, y me ví a mi misma caminando detrás de él.

—¿Enzo?

Se dió media vuelta con rapidez y Vi algo en sus ojos, algo que no había visto antes.

—¿Qué pasó? Decime.

—Ahm, ¿Puedo preguntar por la mamá de Oli? —solté rápido—. Me gustaría saber qué pasó con ella y..

—Te veo mañana, Sol.

Sin decir nada más, empezó a caminar rápido para alejarse de mi y quedé sola en el pasillo del hotel. Con mil millones de dudas nuevas.

Sobre Ruedas-Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora