Capítulo 81

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NARRA DAMIAN

Esta situación me recordaba bastante a cuando Anya y yo nos besamos por primera vez, solo que... no tenía nada que ver con cómo lo íbamos a hacer ahora.

Nuestro primer beso fue uno corto e inconsciente. Nos besamos por impulso. Pero este, en cambio, iba a ser totalmente lo opuesto. Debía ser más largo (me lo dijeron mis amigos) y, evidentemente, lo íbamos a hacer siendo conscientes de ello.

Anya bajó sus manos de mi cuello a los hombros para poder ponerse de puntillas. Iba a besarme. ¡Lo iba a hacer de verdad!

Tenía el corazón a punto de explotar por dentro. La miraba sin mover un solo músculo. No me esperaba que a Anya estuviera dispuesta a besarme de verdad.

Respiré profundamente para calmarme y me incliné. Junté su cintura con la mía y bajé la cabeza hacia su rostro para besarla.

Todos nos miraban. Lo sabía de sobra. Pero no me importaba en absoluto. Ya todos sabían que estaba enamorado de Anya, no era algo de lo que tuviera que excusarme posteriormente.

Cuando estuvimos lo suficientemente cerca del rostro del otro, acercamos nuestros labios.

De pronto, unos recuerdos concretos invadieron mi mente: de cuando dormimos juntos en la excursión e incluso... de ayer por la noche.

Eso hizo que mis ganas de besarla aumentasen. No pude besarla en esos momentos, pero esta vez lo iba a hacer. Lo... quería hacer.

Anya se aproximó a mis labios y... nos besamos.

Aquel beso me demostró lo mucho había extrañado sus labios desde la última vez que los besé. Y lo que más me alegró fue que esta vez pude besarla durante mucho más tiempo...

No tardamos en escuchar los vítores por todas partes, lo cual hizo que Anya se separase de mí rápidamente.

«Nos... hemos... besado... ¡Nos hemos besado por segunda vez!», pensé sin querer, totalmente descolocado.

Anya me miró por el rabillo del ojo, totalmente roja y sin decir nada.

Los vítores se detuvieron nada más separarnos.

—¡No! ¡Lo habéis hecho mal! —se quejó Emile, haciendo que ambos le mirásemos, confusos—. ¡Jefe, te dijimos que no dejaras de besarla hasta que Ken apareciese!

Le miré con ganas de estrangularlo.

Anya me volvió a mirar.

—¿Ah, sí? —me preguntó.

—¡¿No se lo habías dicho?! —le exclamó Ewen a Becky.

—¡Se me olvidóóó! —dijo Becky, sintiéndose culpable.

—En fin... —dijo Emile y echó un suspiro de agotamiento—. Volveros a besar y ya está.

Se me palideció la cara.

¡¿Dos por uno?! ¡¿Dos besos en un día?! ¡Esto parecía el paraíso!

Afortunadamente, no pensé eso.

Anya me miró dubitativa.

—¿Y si... mejor le beso en la mejilla? —preguntó Anya nerviosa.

Se notaba que estaba muy incómoda.

Echaron un suspiro.

—Bueno... ¡vale! —accedió Ewen.

Regresamos a nuestros puestos.

—Que así sea —repitió el papa Lockridge—. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, os declaro unidos en matrimonio. Podéis besaros como símbolo de vuestro amor y compromiso —nos volvió a decir.

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora