Permaneció en silencio un segundo—. ¿Qué le dijiste?

—Que pronto cumplirás catorce y estás soltero.

Automáticamente se puso colorado. Estaba a punto de responder, hasta que escuchó que su madre lo llamaba. JeongIn volvió la mirada, viéndola de pie en la entrada de casa.

—Ven el sábado, JeongIn, por favor, no es lo mismo sin ti —pidió Felix.

—Tengo que pedirle permiso a mamá.

—Dile que dormirás en lo de SeungMin, con todos nosotros. Sus padres no estarán y su hermana nunca se fija por él. Trae tus ahorros y tu mejor ropa, dicen que venden muchas golosinas allá —Felix se subió a la bicicleta. JeongIn asintió, chocaron puños y lo vio retirarse con cuidado. El Omega corrió de vuelta hacia su madre, dándole las botellas de mermelada y el vuelto.

—¿Qué tanto hablabas con él? —le preguntó ella, mirándolo desde arriba.

—¿Puedo quedarme a dormir en lo de SeungMin el sábado?

—¿Sus padres te dejan? —preguntó la mujer. JeongIn asintió—. Bien. Ten este vuelto, pídele a tu hermano ropa. No quiero que sus padres piensen que no tengo a mis hijos limpios y cuidados. ¡Y báñate también, JeongIn!

El Omega asintió, guardando las monedas en su overol. En realidad no entendía por qué a mamá no le agradaba mucho la familia de SeungMin. Le parecían pretenciosos y creídos, pero nunca decía nada cuando los tenía en frente. Pocas veces hablaban.

No sabía por qué, pero estuvo ansioso hasta que llegó el sábado. Le transpiraban las manos y sudaba mucho. Estaba seguro de que se trataba de los nervios de mentirle a mamá e irse muy lejos con chicos que no conocía. No le gustaba la situación, pero no quería sentirse excluido. Además, su Omega no podía dejar de reproducir en su cabeza el rostro sonriente del chico rubio. Le enojaba mucho, incluso cuando se ponía a leer El último Omega por las noches y su cabeza lo llevaba a pensar en ese.

Su hermano le regaló algunas ropas que ya no le entraban, y entre ello, un buzo que JeongIn amó al segundo. Era rojo, su color favorito, tenía un estampado viejo de Popeye el marino. Quería usarlo, a pesar de que la radio anunciara treinta grados para ese día. Estaría fresco en la noche, como siempre, así que se lo puso, con sus zapatillas -esta vez muy blancas, gracias a la estricta orden de su madre de lavar toda su ropa- y el short crema de siempre que le llegaba hasta mitad de los muslos. Se puso medias blancas, toda su ropa olía a limpio y sintió que, por primera vez, su Omega lo hacía sentir hilarante.

JeongIn guardó dinero en su mochila, su botella con agua de siempre, una remera, medias, otro short y unos calzoncillos para bañarse en la casa de SeungMin. Observó el sol cálido golpear los rayos amarillos de la mañana contra su habitación. El Omega se puso la mochila y levantó su revista erótica del suelo.

La escondió debajo del ropero, seguramente su madre entraría a su habitación para asegurarse que no estaba metido en cosas raras. Ella era tan extraña, pensó.

Salió de su habitación, buscándola en la cocina. Estaba escuchando música en la radio, mientras preparaba el desayuno de su hermano menor.

—Mamá, me voy —habló. Ella se volvió, tenía los ojos hinchados, lucía cansada y su aroma estaba agrio. El Omega se encogió apenas. Mamá siempre estaba irritada y triste desde que papá murió—. ¿Cómo estás?

—Bien —susurró la alfa, repasando la mano por su frente—. ¿Tienes todo, llevas dinero, muda de ropa? Preparé una merienda para ti, sé que les gusta andar por los bosques primero. Llévalo.

JeongIn asintió y bajó su mochila, metiendo la bolsa de papel cartón tibia en su mochila. Olía delicioso, seguramente lo comería más como desayuno que merienda. También metió tres manzanas y una banana.

HADO • HyunInWhere stories live. Discover now