♠️CAPÍTULO V♠️

303 121 48
                                    

—Adelaida —dice sorprendida —, ¿Qué ocurre?, ¿No deberías estar en clases?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Adelaida —dice sorprendida —, ¿Qué ocurre?, ¿No deberías estar en clases?

—No me siento bien Mel, nada bien —tras de decir aquello, me lanzó en el sofá.

Entré después de que Daleth se fuera, pero al cerrar la puerta me empecé a sentir peor, y por cada paso que daba me sentía cada vez mucho peor.

—¿Qué tienes? —agarra mi cara entre sus manos y me hace verla —. Mierda —me examina —¡Mierda!

—¿Qué ocurre? —susurro con voz ronca.

—Adelaida, dime cómo te sientes —me ordena viéndome a los ojos.

—Horrible —digo, sinceramente, después de unos segundo.

—¿Qué tienes?, ¿Que sientes? —me pregunta preocupada.

—Me duele la cabeza, tanto por fuera como por dentro, me duelen los ojos, los tímpanos me palpitan y siento que todo me va a explotar —digo intentando quitar sus manos de mi cara, pero fracaso.

—Estás prendida en fiebre y tienes los ojos rojos, rojos como la sangre. Párate, vamos al especialista.

—No, Meli, solo necesito dormir —confió en qué es sólo eso y me acomodo en el sofá.

—¡NO! —grita y me estruja —. No puedes dormir Ada, vamos al especialista —intenta pararme, pero no me dejó —Adelaida, en serio, esto no es normal.

Parezco una niña.

—Es un simple malestar que mañana se me va a quitar —le digo —. Cómo siempre —añado.

—Ah ¿Si?. Dime ¿Anteriores veces te has sentido así? —me pregunta muy seria.

Me quedo callada unos segundos, viéndola

—No —digo mientras me levanto del sofá —. Vamos al especialista.

El especialista.

Él se encargó de que no muriera después del accidente, se encargó de la cirugía y de todo -prácticamente- para que yo estuviera bien.

Según te dijeron.

Lo que recuerdo cuando desperté es, que estaba en una camilla -muy cómoda-, en un cuarto con varios aparatos y cables conectados a mi cabeza, piel, dedos y fosas nasales. Una doctora que me sonrió, me examinó y después salió de la habitación. Luego llegaron mis padres, mi padre me analizó y su mirada quedó en mi cabeza, dónde tenía los puntos. Recuerdo que me dijo en rumano.

Pronto crecerá.

Yo no entendía y cuando pretendía decir algo, me di cuenta que tenía un tubo en la boca. Estiré una de mis manos, una que estaba libre y movible, y me toqué el cabello, cabello que no tenía.

Estaba calva.

Luego de eso no recuerdo más nada. Recuerdo mucho después, cuando mi cabello ya estaba creciendo, lo tenía tipo militar, pero un poco más largo. Mi padre me enseñaba el español y el alemán porque solo sabía hablar rumano.

Mi Oscura VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora