Capítulo 3

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Agosto 28


«Odio»

El único sentimiento que resguarda mi corazón cada mañana. La claridad es lo que le sigue mientras me pregunto porque no estoy en una isla disfrutando de mi tiempo, donde tendré mujeres cada noche. Dormir hasta que mi cuerpo soporte y beber tanto vino que incluso pudiera sustituir mi sangre por completo. Claro que eso no sería bueno, pero extraño tanto el tomar. Razón por la cual he decidido pasar unas semanas en el viñedo y otras en la hacienda.

El ritmo de las cosas que suceden aquí, es inimaginable en tantos sentidos. Cada que pongo un pie fuera de mi habitación veo que ya hay gente trabajando. A veces desearía ser como ellos. ¿Segura? Bueno, me gustaría tener esa alegría que los caracteriza por trabajar, nada más. Odio madrugar pero no puedo dormir más ya que es imposible hacerlo con todas las cosas que se hacen aquí.

Como cada mañana me levanto dándome una ducha con agua caliente relajando mis músculos. Se supone que el día de hoy llegarían todas las cosas que ordene para el kiosko. Busco entre el closet mi ropa más cómoda mientras mi mirada se dirige a la mesita al lado de mi cama. Muerdo mi labio porque a veces desearía abrir la caja fuerte y ver que el señor pato estará ahí.

« ¿Por qué te importa tanto un peluche? »

Niego ante la pregunta estúpida que yo misma me hago. Me veo frente al espejo y ni siquiera me reconozco. No hay maquillaje, cabello lacio o incluso mi ropa de marca no está, eso que siempre fue mi arma. Me gusta usarla, saber que con tan pocas cosas la gente me cree superior, pero el quitarlas son tan normal como ellos. El temor que se muestra en sus gestos al saber hija de quien soy y todo lo que paso hace años en este lugar.

Mismas cosas de las que les es prohibido hablar, pero lo veo en cada uno de ellos. Los gestos, la forma en me miran y a veces, muy pocas veces temo que las paredes sean capaces de contarles lo que en realidad paso. Que las pocas personas que no lo saben, se enteren y me juzguen. Era una adolescente, pero todo lo que viví en este lugar me marco de una u otra forma, ella dejo una marca que no puede ser borrada.

Mi cabello es ondulado pero rizado en las puntas, y a veces desearía llamar a mis estilistas solo para que les den un recorte y lo arreglen. Pero me miro como una chiquilla de 23 años. Mi tez se ha tornado casi dorada por el leve bronceado que tomo a veces. Incluso diría que mis ojos son casi color miel como los de padre. Verla me hace añorar lo que tenía cuando era así, cuando ella me hizo cambiar.

Tenerla conmigo, era las únicas veces en los que anhelaba el mañana, porque sabía que la vería al cruzar las puertas, al ir a su casa o verla debajo de mi ventana regando sus malditas flores, que odie con todo mi ser. Pero aun así la dejaba porque decía que se veían lindas adornado el lugar donde veíamos cada atardecer. Era nuestro inicio de nuestra amistad ¿Cómo decirle que lo único que deseaba era pasar mí tiempo con ella?

Verla con un gran sombrero que robaba de mi abuela y un overol del jardinero que usaba una vez a la semana, ya que ella misma se encargaba de podar nuestras flores. Eran nuestras flores, y como todo lo que he tenido en la vida. Las perdí, y odie las flores desde el instante en ella se fue. Me quito la toalla quedando desnuda, nunca me ha dado vergüenza estar así. Nunca he sido insegura porque se lo que tengo y lo que género en los hombres y mujeres.

Pero siempre, para todo hay una primera vez. Ella lo fue para mí, fue la primera vez que pensé que si enserio le llegaría a gustar, ¿Yo pensando eso? Cuando tenía chicas que se morían por una oportunidad, pero ahí estaba yo. Dudando si enserio le gustaba a la señorita Robbins. Suelto un suspiro porque aún no puedo pronunciar su nombre, nombre que es susurrado cada noche en mi oído, casi como si ella estuviera conmigo.

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