|Capítulo 5: Anhelos del alma|

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Esa noche, bajo la menguante luz de la luna, decenas de figuras indistinguibles lo rodeaban, reflejos de Ha puro con los colores internos que los representaban. Con destreza, avanzó a pasos cautelosos hacia sus adversarios. Extendió la zurda hacia un costado y canalizó una cantidad considerable de aliento de vida, provocando que las siluetas ubicadas en esa dirección se disiparan en la oscuridad envolvente. Sin una pizca de remordimiento castigando su consciencia.

El eco de sus latidos desenfrenados le martilló la cabeza.

Anhelaba alejarse. Empero, únicamente conseguía articular palabras inaudibles; el sonido quedaba atrapado en un vacío ensordecedor. En su interior, comprendía que nada podía detenerlo ni inducirlo a contenerse y huir: el sueño mantenía un dominio implacable sobre él.

Cuando su visión se nubló, por fin, quedó solo.

Sus piernas cedieron bajo el peso abrumador que lo invadía y se derrumbó en el suelo.

El odio y la tristeza se enroscaban en cada fibra de su ser.

Lo detestaba. Por mucho que se esforzara por olvidarlo o ignorarlo, la punzante consternación persistía, creciendo en fuerza y amargura.

«No pertenezco aquí».

A paso firme, avanzó entre los cadáveres. Su camino lo llevó a una pequeña colina. La hierba marchita crujía bajo sus botas, y a medida que se acercaba a la cima, el sol se filtraba entre las nubes. En su destino, contempló el paisaje que se extendía ante él: un valle se abría en una vasta extensión de tierra cubierta por un verde manto, salpicada por pueblos, campos florares y colosos arbóreos.

"Se lo merecían...", resonó en algún rincón de su mente o del entorno; no estaba seguro.

Su semblante se constriñó y trató de negar, mas era inútil.

"Ellos fueron cómplices de los que te quitaron, sin consideración, a quienes más amabas. Hazlos pagar por su insolencia".

Un escalofrío le recorrió la espalda y juró que vomitaría.

En ese momento, daba certeza de que, sin importar el lugar ni la época, cuando esas siluetas se acercaban desconocidas, los asesinaba. Una y otra vez; sin cesar y con el odio inundando sus sentidos.

«¿Por qué?», cuestionó a su corazón, con saladas lágrimas deslizándose por sus pómulos.

¿Ese era el cruel destino que le aguardaba?

«No...»

"¡Te sobrestimaron! ¡Creyeron que te volverías débil si te las arrebataban!"

«¡Cállense! —suplicó, presionando los oídos—. ¡Cállense! ¡Eso no es verdad!»

"¡Se esfumaron de cada Lado de la Existencia!"

Las voces chillaron a un mismo compás hasta sus frases eran incomprensibles.

«Este no puede ser mi futuro... No, no, no», se repetía.

De repente, en medio de la oscuridad abrumadora, una voz gentil resonó con fuerza:

—¡¿En verdad planeas permanecer de brazos cruzados...?! —reprendió—. ¡Actúa, por favor! ¡Ayúdalos!

Virav se sobresaltó.

Las ilusiones se relegaron a un segundo plano, robándole el aliento. Luchó por mantener la compostura mientras se peinaba el desordenado cabello hacia atrás, luego condujo una mano hasta su pecho y palpó el dije de su colgante que pendía en el mediastino. Sin embargo, fue el cántico de Rhunnad lo que lo apaciguó.

|Una memoria perdida|Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz