Epílogo

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—Buenas noches, Sekita. Cuídate.

Saludó a la recepcionista con una sonrisa.

Siguiendo los pasos de su padre, se dedicó a la administración de empresas. Cambió de carrera en el segundo año, importándole poco todo lo que se esforzó en la anterior y diez años después, se encontró a sí mismo manejando el negocio familiar. Se siente bien consigo mismo si le preguntan.

El calor inunda las calles de Tokio. El está saliendo del edificio con el saco de su traje sobre su antebrazo mientras observa su teléfono. Ignora mensajes de sus compañeros y de su asistente, concentrándose en el de su mejor amigo.

«GANAMOS OTRO PARTIDO HERMANOOOO. KEIJI, KEI YA ESTÁ AQUÍ. TÚ FALTAS SOLAMENTE. MI CASA. TRAGOS. COMIDA. CUANDO SALGAS DE TRABAJAR VEEEEENN. LOS NIÑOS TAMBIÉN TE ESPERAN».

Sonrió. No era sorpresa que después de tanto tiempo, Bokuto Kotaro siguiera a su lado. La única diferencia era que ahora estaba casado y tenía dos hijos que eran sus ahijados y sobrinos. Se consideraban hermanos después de tanto tiempo.

Por eso se dió vuelta, caminando en dirección contraria a su departamento. No había ido en auto porque le gustaba caminar por las hermosas calles de su ciudad durante el verano. En el invierno era todo un tema distinto.

Agendó una cita con su psicólogo, quien le decía que pasado mañana tenía que ir. Probablemente sería una de sus últimas sesiones con él y Kuroo estaba más que feliz por eso mismo.

Había empezado con la terapia luego de que Kenma se fuera por completo de su vida. Al encontrarse a sí mismo en inicios de depresión y no tener ganas de hacer nada más que llorar, buscó ayuda por sí mismo y terminó ganándose sesiones de psicología dos horas dos días a la semana.

Recuerda lo horrible que fue al principio el darse cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor y de entenderse a sí mismo. Sin embargo se acostumbró y comenzó a superar todo lo que le pasaba con mucho esfuerzo y lentitud, siendo apoyado por sus amigos y pareja.

Sí, porque Kuroo creyó que no encontraría el amor después de Kenma pero el destino lo hizo llevarse una sorpresa cuando, saliendo de terapia, se chocó con una cabellera rubia cargando muchas cajas.

—¡Lo lamento! —Se disculpó de repente. Sin embargo, la otra persona lo miró sin expresión alguna.

—La próxima vez fijate por donde vas.

Crudas palabras con una sonrisa. Kuroo sonrió, ayudándole a levantar lo que se había caído. Recuerda que antes de salir del edificio, su psicólogo le dijo que debía dejar de tener miedo y volvió sobre sus pasos, preguntándole al chico si podía darle su número. Este aceptó y esa misma noche, estaban cenando en un restaurante y riéndose de todo lo que Kuroo le contaba.

Luego fue lo típico: Acompañarlo a su casa y besarlo antes de entrar, salir y terminar oficializando una relación bajo la luz de la luna una vez que fueron a acampar. Su nombre era Kei y estaba feliz con él. De hecho, llevaban un año saliendo.

¿Y sentía amor? Claro que sí. Kuroo era feliz con el chico y su corazón se aceleraba al verlo. Sin embargo, no sentía el sentimiento tan fuerte. No como lo que sintió con Kenma.

Ah... El lindo y destructivo Kenma. La razón de su llanto por tantos años seguidos. No supo nada de él después de que cerró la puerta. Por alguna razón, no se volvieron a cruzar en los pasillos de la universidad y Kuroo no volvió a mirar por los salones donde el teñido solía estar. Es como si hubiera sido un fantasma. Como si solo él lo hubiera visto, porque realmente había desaparecido.

Kuroo pensó en él durante mucho tiempo hasta que un día, de la nada, se dio cuenta que no lo recordaba desde hace mucho. Supuso que ese fue el increíble proceso de superación y se sintió en paz cuando se levantaba y no pensaba en él. Ya no extrañaba su sonrisa ni su cabello. Kuroo Tetsuro definitivamente había superado a Kenma Kozume y no podía estar más feliz por eso. Había sido su pasado y quería que quedara ahí.

Second Chance | KurokenWhere stories live. Discover now