Capítulo 20

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__¿Puedo dormir contigo?

Mi mente se noqueó durante unos segundos, en el mejor intento por entender la pregunta que Mónica acababa de hacerme.

No podía decirlo enserio.

__¿Qué...?

__Si no te molesta, claro...

Juntó sus manos e hizo una mueca. ¿Eso era pena? ¿A caso ella sabía sentirla?

Pero lo principal era, ¿De verdad había dicho lo que yo había escuchado?

¿Y por qué me sorprende tanto?

Después de todo, se trata de Mónica.

__¿Quieres dormir aquí?

__¿A caso eres sordo?

Puede que sí.

__Pero–

__No haré ninguna travesura, si es lo que piensas, es solo que... No me gusta dormir sola –desvió la mirada– paso mucho tiempo sola en ésta casa, y siendo sincera... No tuve un buen día.

No parecía estar cayendome a coba a pesar que sabía lo buena que podía llegar a ser mintiendo.

Y no le ví lo malo, claro, estábamos solos, en un mismo cuarto, después de todo lo que había pasado... Pero éramos amigos ¿No? Me había apoyado mucho estos días, hasta había dejado de lado sus diferencias con mi novia y me había abierto las puertas de su casa.

¿Cómo podía yo negarme?

__Está bien.

Mónica asintió, procediendo a cerrar la puerta del cuarto, se quitó la chaqueta, las botas, recogió su cabello rizado y apagó la luz.

Hice mi mejor esfuerzo en desviar la mirada pero mi subconsciente me traicionó, la última imagen que me llevaría antes de dormir sería la silueta de una morena con blusa muy pegada y pechos grandes. Y dormiríamos juntos.

Quizás no debí haber aceptado.

Bueno, no era para tanto.

Tenía que bajarle dos.

Pero en vez de bajarle le subí, al sentir el colchón hundirse con su peso. Su brazo chocó con el mío y ahora yo estaba inquieto. No sabía si decir algo más, si preguntarle sobre su día, si desearle buenas noches o simplemente dejar de pensar y dormirme.

__¿Por qué no has encendido el aire?

Casi dí un respingo cuando la escuché hablar. No me había dado cuenta que existía un aire en el cuarto. La costumbre a mi viejo ventilador.

Iba a responder cuando ella misma se puso de pie, buscó un control en una gaveta al lado de la cama y enseguida escuché el sonido del aparato encenderse.

Si que refrescaba.

Cuando volví a sentir su peso de nuevo ésta vez mi cuerpo brincó un poco y quedamos más cerca del otro.

Ahora me sentía más inquieto que antes.

__No seas pichirre, dame cobija.

Demonios, como sonaba tan calmada. Tengo que estar siendo demasiado idiota.

No reaccioné hasta darme cuenta que la cobija estaba junto a mi almohada.

Mónica nos arropó a ambos, pero ésta vez se tumbó de medio lado, mientras, yo estaba con la vista clavada en el techo.

No sabía que hacer. Para más colmo ya no tenía sueño.

Me maldije mentalmente por ser tan tonto y actuar como carajito. ¿En serio ella estaba tan tranquila como se veía?

La Vida No Es BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora