Un encuentro fortuito - Parte I

72 13 7
                                    

En una lúgubre y sombría habitación, donde los rayos solares apenas se atrevían a penetrar, las paredes y los escasos muebles se difuminaban en la oscuridad. Un opresivo hedor a sangre y sudor impregnaba el aire, envolviendo cada rincón del lugar en una pátina de decadencia. En medio de ese espacio infernal, yacía una joven figura de cabello rubio y ojos azules, su pequeña estatura abandonada en el frío suelo de la celda. Su mirada, pérdida y llena de confusión, parecía buscar respuestas en el abismo mientras sus labios susurraban una pregunta sin réplica alguna: -¿Por qué?-.

De repente, sin previo aviso ni el más mínimo ruido que lo anunciara, resonaron golpes de espadas, acompañados de gritos desgarradores y azotes que sacudieron el ambiente opresivo de la celda. La joven, aún más desconcertada, se sobresaltó y se levantó de un salto, acorralándose en una esquina de la habitación sin poder distinguir cuál pared era u respaldo en la oscuridad abismal. Su única esperanza era que los gritos cesaran y la pesadilla llegara a su fin.

De pronto, un reguero de sangre se deslizó bajo la puerta, apenas visible a través de la escasa luz que se filtraba. La chica observó con confusión, sus ojos llenos de temor, mientras esperaba angustiada que todo aquello llegara a su fin. Antes de que el caos se detuviera, de que los gritos en el exterior del lugar se extinguieran, un fuerte impacto sacudió la puerta de su celda, como si un cuerpo hubiera chocado violentamente contra ella.

La mujer, con el corazón palpitante y una mirada llena de terror, se encontraba sumida en pensamientos tumultuosos. Su mente era un remolino de confusión y preguntas sin respuesta. ¿Quiénes eran aquellos que luchaban fuera de su celda? ¿Por qué la habían encerrado en ese sitio oscuro y siniestro?, la incertidumbre, el miedo la invadían por completo. Mientras su desesperación crecía a cada segundo, de repente todo sonido se detuvo y solo escuchaba pasos acercarse a su celda.

La puerta comenzó a abrirse lentamente, revelando un estrecho haz de luz que iluminaba tímidamente la habitación. La joven, aún aturdida por la confusión y el temor, se preguntaba si aquel instante marcaría el fin de su vida. Aún no lograba comprender cómo había llegado a ese lugar, pero todo pensamiento se desvaneció en el momento en que la puerta se abrió por completo.

Ante ella, se encontraba un hombre de cabello rojizo y ojos del mismo color. Su robusta figura destacaba en contraste con su vestimenta: una camisa blanca y unos pantalones, junto con unas botas que llegaban hasta debajo de las rodillas. Sin embargo, la joven, a pesar de su encierro y los aterradores sonidos que la rodeaban, decidió desconfiar de aquel desconocido que se erguía frente a ella. Su apariencia estaba manchada de sangre y a su espalda yacían los cadáveres de los guardias que antes custodiaban la puerta.

El silencio reinaba en la estancia, solo interrumpido por la respiración agitada de la joven y el latido acelerado de su corazón. Cautelosamente, ella fijó su mirada en el hombre de cabellos rojizos, tratando de descifrar sus intenciones. Aunque una parte de si anhelaba ser rescatada, su instinto le susurraba que no debía bajar la guardia.

En ese momento, un aire tenso y cargado de incertidumbre envolvía el encuentro entre ellos. Mientras la joven se mantenía alerta, sin apartar sus ojos de aquel enigmático hombre, el destino de ambos se entrelazaba en una danza llena de peligro y misterio, cuyas consecuencias aún estaban por desvelarse.

Ese mismo día, en la tranquilidad de la mañana...

Logramos presenciar al hombre de cabello rojizo alzándose de su cama con determinación. Con calma y precisión, se vistió con una camisa sencilla, un pantalón resistente y sus botas de cuero, listo para enfrentar las labores del día. En medio de su proceso de vestimenta, una voz masculina, grave y autoritaria, resonó desde abajo, llamando su atención.

-Jack, baja-, pronunció la voz con firmeza. Sin demora, el hombre de cabellos rojizos ahora llamado Jack, descendió rápidamente las escaleras, atravesando una amplia sala hasta llegar a un cuarto oscuro. Allí se encontraban un imponente horno, un yunque de aparente alta calidad y diversas herramientas de herrería que denotaban un lugar de trabajo dedicado. En medio de ese espacio, un hombre de aspecto curtido sostenía con sus pinzas un fragmento de espada que estaba forjando. Al notar la presencia de Jack, detuvo su labor por un instante y le preguntó con interés, -¿para cuándo era el pedido de esta espada?-.

Ecos de la Forja: El Despertar del LinajeWhere stories live. Discover now