Por supuesto que esa actitud suya no llegaba a hacerlo conmigo y nunca comprendí por qué. Obviamente una de las razones era porque no le atraía en absoluto.

Hasta ese momento, nuestros encuentros habían sido breves y llenos de silencios incómodos. Sin embargo, el destino jugó sus cartas y nos tocó hacer grupo para un trabajo de Literatura.

La profesora, con una astucia inesperada, decidió unirnos, y mi corazón comenzó a palpitar con fuerza. Mantuve la compostura, disimulando mis nervios detrás de una sonrisa y desviando la mirada hacia mi cuaderno.

Él soltó un suspiro y me miró de reojo, pronunciando palabras que hicieron eco en mi mente. "El cerebrito de la clase". Esa afirmación, aunque llena de sarcasmo, provocó una chispa dentro de mí, una llama que me dejó pensando durante unos preciosos segundos. "¿Mi casa o la suya?" agregó.

Inmediatamente descarté la idea de elegir mi hogar.

Mi casa era un caos, un reflejo de mis propios desordenados pensamientos. No podía permitirle ver ese lado vulnerable de mí, al menos no en ese momento. Así que, con una voz entrecortada pero tratando de sonar interesante y a la vez no desesperada, respondí: "La tuya".

Sus ojos marrones se encontraron con los míos, y en ese instante sentí una conexión inusual. Como si por primera vez, realmente me estuviera viendo. Su mirada juguetona, cargada de picardía, me transmitió una sensación de anticipación. Algo había cambiado entre nosotros, y en ese momento, ambos éramos conscientes de ello.

Me recogió en casa con uno de sus autos.

Fue un viaje incomodo y silencioso. Yo no podía omitir palabras y si lo hacia, tenia la sensación de que quedaba como una imbécil.

—Espero aprobar este estúpido trabajo, honestamente es la materia con la que voy de mal en peor—me confiesa.

—Creí que eras aplicado en todas las materias.

—Bueno, en esta en particular no. No me gustan los libros, no al menos lo que da esa profesora. Creo que hay más interesantes que podrían llamar mi atención. Hay tantas opciones...

—Se adecua al programa de la escuela.

—Bueno, entonces se debería replantear ese programa—responde, enojado con la profesora mientras conduce.

Sonreí por dentro. Creo que era la primera vez que teníamos una conversación real. Solo nosotros dos.

Respiré hondo mientras observaba por la ventanilla. Deseaba que aquel momento durara para siempre. Como un bucle.

—Llegamos—me dice, tras estacionar frente a una casa bonita y grande.

Lo que no esperaba era ver a sus padres sentados en el jardín viendo como dos niñas jugueteaban con muñecas y corrían por el césped.

¿Él tenia hermanas? Calculé que tendrían unos cinco y siete años. Una era más alta que la otra. Cuando me vieron, me sonrieron, pero no hicieron más que eso. Por supuesto que no iban a venir corriendo a recibirme, era una extraña.

Aunque por dentro me emocionaba ser su cuñada algun día.

Su madre, algo fría y distante me saludó. Su padre fue mucho más cálido, me recibió con un beso en la mejilla.

—Recuerda tener siempre la puerta abierta, Luke. Por favor—le dijo su madre antes de encender un cigarrillo y observar a las niñas jugar.

Él no dijo nada, seguía con su aire indiferente.

Mientras exploraba la casa con la mirada, me sentí agradecida por estar allí. Era un privilegio ser invitada a su hogar, aunque fuera como una mera visitante en ese momento. La promesa de pasar más tiempo con ellos y construir una relación sólida se materializaba frente a mí.

Me sentí una ilusa al pensar que aquel podria ser mi segundo hogar si algun día llegaba a ser su novia y a veces recuerdo esto con tanta tristeza que se me produce una especie de piedra en el pecho.

Tras llegar a su habitación hace lo que su madre le dijo que no haga. Cerró la puerta y finalmente quedamos entre cuatro paredes. Observé una gran batería en un rincón, poster de Metallica y otras bandas pegadas a sus paredes azules. Su cama, para mi sorpresa estaba hecha y de su computadora de escritorio salía música bajita pero actual.

—Lanza la mochila a la cama—me dijo con tono amable mientras él se sentaba en su silla de escritorio.

Me siento en el borde de su cama (que por cierto es muy comoda) y empiezo a sacar mis cuadernos y libros.

—Creo que deberíamos empezar por...

—¿Puedes decirme por qué ella no se fija en mí? —entonces desliza su silla con ruedas hacia atrás para dejarme ver la pantalla de su ordenador.

Si tuviera que definir el día y la hora de cómo comenzó todo podria haber sido ese día y esa hora.

Ese día donde me mostró la foto de mi prima en bikini en una playa preciosa. Ella y yo eramos muy amigas.

Ella era una de las chicas más hermosas que había en la escuela, tanto por dentro como por fuera. Su personalidad radiante y su apariencia deslumbrante siempre atraían miradas y admiración. Y sí, ella solía editar sus fotos con diversos filtros para resaltar aún más su belleza, algo que no me sorprendía.

En ese instante, una oleada de preguntas inundó mi mente. ¿Por qué Luke me estaba mostrando esa foto? ¿Qué tenía que ver mi amiga con su pregunta anterior sobre por qué ella no se fijaba en él? ¿Acaso tenía algún tipo de interés en ella?

Mis pensamientos se agitaron, tratando de encontrar una explicación lógica. Tal vez Luke se sentía atraído por mi amiga y quería obtener información o consejos de mi parte. O tal vez solo estaba tratando de provocarme, jugar con mis emociones. No sabía qué pensar ni cómo reaccionar en ese momento.

Lo peor de todo es que ella y yo nos parecíamos porque éramos PRIMAS. Sólo que ella era una versión muchísimo más mejorada que la mia.

—¿Qué clase de chicos le gusta? —me preguntó, fijando sus ojos en mí.

Abri la boca para decir algo pero no pude hacerlo. Estaba absorta.

—Yo...no lo sé—logré sonreír a pesar de tener el corazón destrozado—. No sabia que Olivia te gustaba.

—No es que me gusta del todo, sólo me atrae. Es muy hermosa—sonrió.

Es muy hermosa.

Es muy hermosa.

Es muy hermosa.

—Me gustan sus ojos, la cintura pequeña que tiene y lo alta que es. Bueno, podria hacer una lista de cosas atractivas que tiene—se encoje de hombros mientras gira de un lado a otro con la silla—. Pero parece ser tan...

—Inalcanzable—susurro, destrozada.

—Exacto, inalcanzable. Aunque para mí, las personas no son inalcanzables, si uno se propone a querer estar con alguien lo consigue.

—Suenas como un loco.

—Bueno, pero es lo que pienso ¿por qué no me ayudas y le hablas de mí?

Olivia sabia lo enamorada que estaba de Luke.

—Incluso podemos decirle que venga a estudiar con nosotros—añade como sugerencia.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora