ENCHANTED

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Agosto, 2021

Cuando era pequeña siempre me preguntaban que era lo que yo quería ser cuando fuera grande, y mi respuesta siempre fue que yo quería ser una artista; más específicamente una pintora, siempre me llamó la atención saber cómo era posible transmitir algo a través de trazos con sentido o sin ninguno alguno, con colores o simplemente algo en blanco y negro, con texturas que hacían que la pintura cobrara vida contando una historia que pedía ser escuchada; sin embargo ese sueño fue uno de tantos que no pude cumplir, dejándome pensando en que hubiera pasado si lo hubiera perseguido en vez de dejarlo ir.

La familia Mitchell era muy conocida por ser una familia llena de médicos completamente capacitados y, para mí buena suerte o tal vez mala, yo era parte de esa familia. Las cosas esenciales nunca me faltaron incluso podría admitir que tenía cosas que eran totalmente innecesarias, pero si que me faltaba lo necesario para poder formar mi propia historia dentro de la familia, su apoyo incondicional.

Los años avanzaron con rapidez y ese sueño que me mantenía ilusionada cada vez se fue desvaneciendo lentamente, para así terminar con lo que fue mi destino desde el momento en que nací, mi proceso de convertirme en la Mitchell que todos querían, solo que estaba segura que eso no era para mi, pero pensar en decepcionar a Henry y Grace Mitchell no era una opción y más cuando era la sombra de mi hermano mayor Luke.

Los últimos dos años de mi vida se basaron en ser la mejor de mi clase, porque eso era lo que mis padres querían, claramente para lograr eso, solo me quedaba estudiar hasta que no pudiera más e incluso si eso implicaba no dormir en más de 48 horas. Después de tí lo único que quería al final del día era un "estamos orgullosos de ti" pero esas palabras jamás llegaban.

En este momento me encontraba en un viaje yo sola, aunque me hubiera gustado que fuera un viaje vacacional en el que pudiera relajarme y poder apreciar un atardecer a la orilla del mar, pero no lo era; todo esto porque desde hace unos meses me habían seleccionado por parte de la universidad para ir a una convención de futuros médicos en el bello y lujoso Mónaco. Lo que verdaderamente esperaba y pedía, era que esa magnífica convención no fuera tan aburrida como normalmente solían ser.

Pero si tengo que ser sincera, cuando me comentaron de esa convención, algo dentro de mi me decía que tenía que ir porque si no me iba a arrepentir. Supongo que el destino ya me tenía algo preparado; cuánta razón tuvo ese presentimiento mío.

El viaje fue largo pero no tan largo como otros que había tenido antes, mi avión no tenía mucho de haber aterrizado en el aeropuerto de Niza. El lugar estaba repleto de gente, tanta que ni siquiera alcanzaba a ver la salida del lugar y, si soy sincera me estaba desesperando de más, al parecer impaciente era mi segundo nombre.

Mi maleta estaba tan pesada que arrastrarla era agotador, con tanta gente en el camino mi paso era peor y eso que tenía llantitas, no me imagino si no las tuviera.

De un momento a otro el camino que estaba tomando se despejó rápidamente, aunque eso no le quitaba que aún había personas a mis lados.

En un momento de distracción choque con alguien y aún así seguí caminando mientras le gritaba que se fijará, sin embargo la que se tuvo que haber fijado en ese momento, tuve que haber sido yo. Ya que ni siquiera puede acabar de gritarle cuando me estampe en un anuncio.

El desconocido al parecer se dió cuenta de eso, ya que se acercó a preguntar si estaba bien, estaba dándole la espalda por lo que me di la vuelta para decirle que "sí", aunque sentía un gran dolor en la cabeza y juro que en cuanto lo ví mi mundo se detuvo.

No sé cuánto tiempo lo estuve observando, pero tengo el presentimiento de que si fue mucho en el que estudié cada detalle de su cara, si en algo soy buena, es en estudiar.

HEALED BY SPEED, ARTHUR LECLERC Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt