Corazones Envenenados.

Prólogo

Estaba en el abismo.

Encadenada y enredada sin sentido, en donde sus palabras me herían y lastimaban sin ningún tipo de piedad, pero aun así yo seguía atada, sin poder resistirme. Estaba en un juego en donde el ganador nunca era yo, un juego perverso donde fui arrastrada, en donde yo no sabía jugar, y el sí. Yo me apoderaba de su mente enferma, él me arrastraba ahí, me ahogaba con su obsesión y sus ganas de poseer. Me envolvía en mentiras y engaños para que yo me quedara, y era algo inútil ya que, de igual manera, no tenía opción.

Me destrozo el alma, y el corazón que en algún momento llegó a querer estar con él, un corazón que tuvo la esperanza y la fe de que aquel monstruo podría cambiar. Estaba a punto de ser hechizada por un "amor" que yo misma cree. Yo misma me estaba tomando la copa de veneno que él me daba, lo estuve haciendo por mucho tiempo, sólo para terminar prisionera de él.

No era consciente de todo el mal que el hacia para tenerme solo a mí, hasta que pude ver como rodaban cabezas por todas partes. Algo en mí, me decía que debía de agradecerle, darle las gracias porque el nunca me mato, creía que el solo me mantenía con vida para amarme el resto de mi vida, que solo estaba desesperado por mi amor. Nunca fue así.

Su fuego me consumía, su sombra siempre me perseguía, y un torbellino de emociones me poseían de a poco. Estaba desarrollando sentimientos por él. No podía amarlo, pero tampoco podía evitarlo, sin embargo podía escapar.

El momento de despertar había llegado, romper esas cadenas y poder escapar de él, de la oscuridad y la maldad que reinaba en todo su ser. Podía cambiar los papeles.

No tenia miedo ni nada que perder, el mismo me quito lo que yo más amaba.

El camino de la paz ya no era una opción.

Venganza, eso era lo único que me mente maquinaba, me estaba tentando a probarla, y puede que no sane ninguna herida, tampoco me devolvera lo perdido, pero si puedo verlo en el piso, arrastrandose como yo y muchas lo hicieron, voy a arriesgarme a la tentadora y dulce vindicta.

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Siempre hay que arriesgarse a probar cosas nuevas, el arrepentimiento es agrio, y después te queda el sabor de la duda.

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