3. Sonrisa

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Son las ocho de la noche en punto y por fin he terminado los asuntos en la oficina. Fue un día lleno de juntas, firmas, contratos y esas cosas, pero por fortuna todo acabó.

Los únicos que quedamos en el edificio somos Michiru y yo, por lo que ella se acerca en esa actitud que siempre ha tenido y se despide de mí, aunque me toma por sorpresa y se atreve a besarme en los labios.

—¡Perdón, señorita! ¡No se lo que ha estado creyendo pero está usted confundida!— le digo al mismo tiempo que la alejo de mí.

—Darien, no me rechaces. He visto como me miras. Se que sientes lo mismo que yo— me dice ella y de nueva cuenta me toma para besarme de nuevo al mismo tiempo que rodea mi cuello con sus brazos y hace movimientos bastante sugerentes con su cadera. Finalmente permanezco en la oficina durante un par de horas más antes de volver a casa.

—Amor, estaba preocupada por ti. Te estuve llamando y no respondías— me dice Serena tan pronto como pasadas las diez, llego a casa.

—Es que estaba buscando el regalo perfecto para el amor de mi vida, y a esta hora, es muy difícil. Tuve que encargarlo y esperar en la oficina hasta que llegara— le respondo y detrás mío saco un enorme ramo lleno de tulipanes.

—Darien. Son mis favoritas. Muchas gracias mi amor— me responde invadida de felicidad y me regala el mejor de todos los besos.

—Serena. Hay algo que quiero decirte— entre Serena y yo nunca ha habido secretos y decido revelarle lo sucedido con Michiru. No me sentiría bien si lo ocultara.

—Entonces… Michiru…— ella queda pensativa ante lo que oye y de inmediato me regala una enorme SONRISA. —Lo único que lamento es que te hayas quedado sin asistente, me dice y de nuevo ríe derritiendo mi corazón por completo.

En verdad así fue. Tan pronto como Michiru decidió dar ese segundo beso, la detuve. No es algo que yo buscara ni deseara y se lo dejé bastante claro, pero ante su insistencia en que le diera una oportunidad, me vi en la penosa necesidad de despedirla y llamar a seguridad para que la sacaran del edificio.
Luego me quedé ahí un rato, meditando lo que había hecho, y resolví qué había tomado la decisión correcta.

—Darien. Nunca me has dado motivos para desconfiar de ti, y sé que nunca lo harás— me dice Serena dándome de nuevo esa SONRISA, qué a pesar de los años sigue haciendo latir a mil a mi corazón.

—Los únicos besos que necesito son los tuyos— le digo quitándole el ramo de flores de las manos y comenzando a recorrer su cuerpo con mi boca y mis manos hasta terminar juntos, bajo las sábanas de nuestro lecho.

—Los únicos besos que necesito son los tuyos— le digo quitándole el ramo de flores de las manos y comenzando a recorrer su cuerpo con mi boca y mis manos hasta terminar juntos, bajo las sábanas de nuestro lecho

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A pesar de los años Où les histoires vivent. Découvrez maintenant